El arte del afiche, en el Thyssen

La última mona

Una mirada al ejercicio artístico vinculado a la propaganda, a la venta comercial y otras costumbres. Apuntes a un clasicismo deliberado. Antonio Navarro hace cosas al aire libre.

Una obra de Andy Warhol en la exposición 'Carteles de artista', del Museo Carmen Thyssen.
Una obra de Andy Warhol en la exposición 'Carteles de artista', del Museo Carmen Thyssen.
Isabel Guerrero

20 de diciembre 2015 - 05:00

MONTPARANSSE vivant, la pintora y cantinera rusa Marie Vassilieff abre la exposición Carteles de artista. De Toulouse-Lautrec a Jeff Koons, en cartel hasta el 21 de febrero de 2016. El Museo Carmen Thyssen Málaga atraviesa la historia del póster con firma artística, colocando de nuevo, en un extremo temporal y en otro, dos grandes reclamos. Figuras de relieve como Duchamp, Lichtenstein, Saura, O'Keeffe, Braque, Beuys … conforman un mural ordenado que no sigue, en cambio, una concatenación estrictamente cronológica. Así, la primera parte de la muestra -Comienza el espectáculo, se titula- empieza con una obra benéfica: la citada Vassilieff, gran dinamizadora del barrio parisino por excelencia, se ocupó de realizar numerosos carteles que anunciaban bailes con el objetivo de ayudar a los artistas. 2me Bal Aide Amicale Aux Artistes (1924), con un esquematismo gráfico en el que la letra era la aliada de la forma, es una call to action, que dirían los publicistas, muy de su época. Vanguardista. Avanzando el siglo XX, y sin movernos de la primera sala, encontramos un Léger anunciándose a sí mismo (Fernand Léger parlera sur l'art moderne et la culture populaire, 1946), o un Magritte fiel a su carácter chocante (aplicado, en este caso, a un festival belga); tanto como un Chagall cuando le toca hacer propaganda de la casa de la ópera en Nueva York. Aunque el agit prop político debamos dejarlo para más adelante, en la tercera fase del recorrido, que bajo un título que peca de evidente (Prohibido fijar carteles), exhibe piezas interesantes: Aidez L'Espagne (1937) de Joan Miró, o la de Diego Rivera, que conmemoraba el asesinato del disidente político venezolano Leonardo Ruiz Pineda y parecía adelantarse a las siluetas curvas de Keith Harring (Free South Africa, 1985).

Lo que el productor y coleccionista Joseluis Rupérez (sic) -más de 20.000 obras atesora- denomina "celestinas" en el arte del afiche, mediadoras entre los creadores y el medio mismo, serían las marcas comerciales. En Vender con arte es, precisamente, donde se observa la complicidad con una economía de mercado que, chica lista, tira del artista para colocar su producto en la mente del espectador. Al futurista Fortunato Depero se le veía contento haciendo anuncios ("el arte del futuro será la publiciad", llegó a decir); prueba de este feliz matrimonio, que supera la mera conveniencia, es el planteamiento cromático e incluso naif de la promoción de Campari (Bitter Campari. L'aperitivo, 1928). Igualmente a Dalí, siempre abierto a la posibilidad de vender su firma como fuese (aquí aliándose con Perrier, en 1969). Antoni Tàpies, por su parte, es uno de los representantes nacionales de la muestra (junto con Ramón Casas y su cartel de la Copa Catalunya de 1908).

La plasticidad de algunas obras contrasta con otras, visualmente más conectadas con lo que estaba llamado a convertirse en el diseño gráfico. Los lenguajes se suceden, según la propuesta de cada artista y el objeto publicitado: acontecimientos culturales o deportivos, o causas como la de la Artists Equity Association con la que colaboró el inclasificable Max Beckmann: Brooklyn Museum Art School, litografía de 1950, es un ejemplo. Son destacables los sucesivos carteles olímpicos reunidos para la ocasión, con aportaciones de Sam Francis (Los Angeles 1984 Olympic Games, 1982), Oskar Kokoschka (Olympische Spiele München 1972, 1972) y Alex Katz (Olympics 1976, 1974). Lo que probablemente resulte redundante -dada la cercanía en el tiempo de la muestra de Casas y Rusiñol, donde se exhibió cartelería pionera en el mismo espacio- sea la última sección de la propuesta, que con el título de Pioneros recuerda a los padres del cartelismo moderno, Toulouse-Lautrec entre ellos.

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