El arte dramático, carne fresca

Pablo Bujalance

26 de enero 2013 - 05:00

XXX Festival de Teatro. Teatro Cervantes. Fecha: 25 de enero. Dirección: Miguel del Arco. Versión: Juan Caño Arecha y Miguel del Arco, a partir de la obra de John Steinbeck. Reparto: Fernando Cayo, Roberto Álamo, Antonio Canal, Rafael Martín, Josean Bengoetxea, Irene Escolar, Eduardo Velasco, Diego Toucedo, Alberto Iglesias y Emilio Buale. Aforo: Unas 200 personas.

Reflexionaba Miguel del Arco recientemente en una entrevista sobre las últimas estadísticas: desde que la subida del IVA en las entradas a espectáculos subiera hasta el 21% el pasado mes de septiembre, el teatro español ha perdido cerca de un millón de espectadores. Más del 90% de la población no pisa un teatro más de una vez al año. Y ayer, el Cervantes contó con un público inexplicablemente reducido para la primera función de De ratones y hombres. Sospecho, no obstante, que el elemento económico no es el único que explica esta crisis. O quizá eso sería un consuelo. De cualquier forma, uno sólo puede lamentarse ante el hecho de que tan poca gente disfrute de una obra de arte de tal calibre. Sea una crisis económica o de valores, o sean ambas, urge reflexionar y tomar medidas cuanto antes para que el teatro recupere su posición y su influencia. Créanme, no es una cuestión de falta de talento. Si una obra puede presumir de talento es ésta.

Del Arco sabe cómo funcionan las leyes del teatro. Y sabe que las mismas encierran los mecanismos precisos para engendrar una emoción en el espectador que le haga sentir vivo. Por más que se haya leído la novela de Steinbeck, por más que se hayan visto películas y adaptaciones varias, todo en este montaje sabe a nuevo. No puede existir un Lennie más perfecto que Roberto Álamo, el Frankenstein aterrorizado al que todo se le muere en las manos, la construcción más redonda que jamás se ha hecho de este personaje. El resto del reparto es colosal, incluido el malagueño Eduardo Velasco, una maquinaria que constantemente escupe sudor y sangre, la carne fresca que maldice su suerte y reniega de su alma y que Del Arco, con una noción reveladora de la dirección de actores, arropado por una escenografía conmovedora, convierte en arte dramático de altura. Sí, es una pena que tanta gente se lo pierda. Eso también forma parte de la tragedia.

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