La Baviera Románica XII: Múnich III

El Jardín de los Monos

Cuenta la leyenda de que el arquitecto de la Catedral de Múnich hizo un pacto con el diablo para que su construcción no tuviera problemas

La Baviera Romántica X: Múnich II

Frauenkirche. Catedral de Munich
Frauenkirche. Catedral de Munich

La leyenda de la Catedral de Nuestra Señora de Múnich, la imponente Frauenkirche, se teje en las sombras de un pacto oscuro que susurra cada uno de sus rincones de piedras góticas. Cuentan que, en tiempos de su construcción, cuando la ciudad se forjaba al compás de la ambición humana, el arquitecto Jörg Von Halsbach, un hombre de gran astucia, hizo un trato con el mismísimo diablo. En su deseo de culminar la obra sin obstáculos y sin los infortunios que a menudo acechan a quienes desafían a los cielos, ofreció su alma a cambio de tener la garantía de acabar la catedral rápidamente, sin incidentes o accidentes que pudiesen retrasar su construcción. El diablo aceptó el trato, pero con una exigencia muy peculiar, una condición que alteraba la naturaleza misma de la iglesia: la catedral no tendría ventanas. Pensaba el diablo que así los feligreses no acudirían al templo. El arquitecto, cegado por su deseo de éxito, aceptó la condición pensando, a su vez, que habría alguna forma de engañar al diablo.

Veinte años pasaron. Un tiempo asombrosamente corto para la época, y la catedral fue erigida en todo su esplendor, majestuosa y totalmente finalizada. Pero la presencia del mal no tardó en reclamar lo que le correspondía. El diablo, sediento de la señal de su victoria, llegó a la iglesia para inspeccionar su dominio. Desde el umbral observó la magnitud del edificio y sus ojos se posaron sobre las columnas que, con una precisión maliciosa, ocultaban lo que él pensaba que no existía: las ventanas. El arquitecto, con un ingenio temerario, había creado una ilusión perfecta. El diablo sonrió convencido de que su victoria era segura hasta que dio un paso más. El engaño se desveló ante él y su furia fue descomunal. Con un rugido aterrador, golpeó el suelo con tal fuerza que la piedra tembló bajo su poder. Así fue como dejó su huella, una marca indeleble que aún se puede ver en el atrio de la catedral. La "Pisada del Diablo" (la Teufelstritt) perdura, con una forma inquietante al tener un espolón en el talón, como si una bestia humana hubiera caminado por allí.

Algunas versiones de la leyenda cuentan que el diablo, al no poder destruir la iglesia, lo intentó descargando su ira en un viento feroz que azotó la ciudad. Pero la fuerza de su rabia no fue suficiente. Sin embargo, los ecos de ese viento aún resuenan alrededor de la catedral, como un eterno recordatorio de su derrota y frustración. Y así, con cada susurro del viento, los habitantes de Múnich recuerdan la sombra de aquel pacto perdido en las brumas del tiempo.

La Frauenkirche, es una obra maestra del estilo gótico tardío, y una de las construcciones más emblemáticas de la ciudad, tanto por su magnitud como por su simbología. Erguida majestuosamente en el corazón de Múnich, esta iglesia monumental destaca por su equilibrio entre la grandiosidad y la sencillez, con detalles arquitectónicos excepcionales. Tiene una planta de crucero (en forma de cruz latina) con una longitud total de algo más de 100 metros, y cerca de 40 metros de altura. Las proporciones de la iglesia están diseñadas para transmitir una sensación de amplitud y verticalidad típicas del gótico tardío, si bien con una sobriedad propia del gótico alemán

La iglesia está dividida en tres naves, de las cuales la central es la más amplia y alta, permitiendo una circulación de luz natural a través de sus grandes vidrieras. El techo de madera de la iglesia es de una impresionante belleza y está cubierto por una serie de nervaduras que refuerzan la sensación de verticalidad y ligereza, creando un espacio

que invita a la trascendencia. Uno de los elementos más sobresalientes de esta catedral son sus torres gemelas. Cada torre alcanza una altura de casi los 100 metros, y están coronadas por cúpulas de forma bulbosa características del estilo barroco, aunque el resto de la catedral sigue el patrón del gótico. Estas torres son, sin lugar a dudas, el emblema visual de la ciudad. Las cúpulas, aunque de inspiración renacentista, añaden una suavidad visual que alivian la severidad de las líneas góticas. En su interior, las torres albergan campanas de gran tamaño que resuenan en la ciudad con un sonido profundo y solemne.

La fachada de la iglesia es sobria y monumental, construida con ladrillo rojo, característico de muchas edificaciones de la región bávara, en lugar de piedra, más habitual en las catedrales góticas de otras partes de Europa. Esta elección de material le otorga una calidez especial y una apariencia algo más austera. La simplicidad de la fachada, con una decoración moderada, refleja la tendencia del gótico tardío en Múnich, que se alejaba de la exuberancia decorativa para enfocarse más en la solidez y la verticalidad de la edificación. En el interior, la riqueza decorativa se encuentra en los detalles de los vitrales y la ornamentación de los altares. Es sorprendentemente espacioso y luminoso. A pesar de la falta de ventanas en el diseño original (según la leyenda del pacto con el diablo), las altas ventanas góticas, que fueron finalmente incorporadas, permiten una penetración de luz natural que baña el interior creando un ambiente solemne y sereno. El altar mayor es una pieza de arte refinado, aunque no ostentoso, con detalles que remiten a la tradición medieval. Las columnas que sostienen el techo están esculpidas en piedra, con nervaduras que dan un efecto visual que hace que el espacio parezca más ligero de lo que realmente es. Los vitrales de colores vibrantes representan escenas bíblicas y son una de las características más hermosas del interior, llenando la catedral con una luz mística y etérea, que cambia según la hora del día.

Continuamos callejeando por los alrededores de la catedral y tras encontrarnos con la iglesia de San Cayetano (la Theatinerkirche) de los padres teatinos, alzada en el siglo XVII con un sabor muy italiano, pues italianos fueron los artistas encargados de su diseño. Justo enfrente de su fachada se encuentra la Galería de los Mariscales (Feldherrnhalle) donde se honra al ejército bávaro con esculturas de sus generales. Fue, precisamente éste, el escenario de la primera y trágica manifestación de los seguidores de Hitler, en uno de los intentos realizados por los nazis de hacerse con el control del Estado federado de Baviera. Ocurrió en noviembre de 1923 y se la conoce como el “Putsch de Munich”.

Llegados a la gran plaza (llamada Max Joseph Platz) delimitada por el castillo y residencia de los duques y reyes de Baviera (la Residenz), el neoclásico National Theater y el antiguo edificio central de Correos, como ya estábamos entre luces crepusculares, más que atardecidos, quiero decir, decidimos volver a la cervecería Hofbräuhaus que, como ya dijimos, es la más famosa de Munich, a tomar unas cervezas y cenar. Esta cervecería es, en verdad, un templo a la alegría. La música en vivo no para de sonar. El público puede elegir la canción que desee y, pagando un pequeño estipendio, incluso puede ponerse al frente de la orquestina para dirigirla, o hacer como que la dirige. Nos sentamos en una de las largas mesas de madera con bancos fraileros, con nuestras jarras de cervezas, dispuestos a disfrutar del ambiente. No faltaron jovencitos rondando a Mónica Y Beatriz para pegar la hebra. Algunos la pegaron y me tocó invitarles a las cervezas. A Mónica se le ocurrió que quería dirigir la orquestina y se subió al estrado y la dirigió. Ni más ni menos que con un “Que Viva España” de Manolo Escobar que puso

al público en pie cantándola. En pie y subido en la mesa, que algún tudesco hubo al que le tuvieron que bajar por zapatear en ella. Lo cierto es que, en Hofbräuhaus, la alegría se contagia sin medida y sus rincones y paredes cuentan historias de una Baviera que no está en los libros ni en los monumentos, sino en las risas, en los cantos y en los brindis que cada noche se hacen aquí y en otras "brauerei", donde la cerveza no es solo bebida: es un himno, un símbolo de amistad

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