La Baviera Romántica XIII: Múnich IV

Munich es sin duda una ciudad para los amantes de la belleza, la paz y la alegría. Pasear por Munich se convierte en una auténtica delicia para cualquier visitante. Pero la capital bávara es también un paraíso para aquellos que buscan la cultura, para los que disfrutan descubriendo la historia, el arte, las ciencias o, simplemente, lo desconocido de cualquier parte del mundo o de cualquier disciplina. Por ello, Munich es también la meca de los curiosos. La curiosidad es esa fuerza innata que impulsa al ser humano a explorar, cuestionar y conocer todo lo que ve y acaece a su alrededor. Y la acumulación de todos esos conocimientos, a los que llamamos cultura, para su mejor trasmisión a las sucesivas generaciones, se ha venido haciendo durante siglos en contenedores que hemos llamado museos. Pues Munich es la ciudad de Europa que mayor número de museos posee. La satisfacción de cualquier curiosidad, afición o diversión está garantizada. Son dos las principales aficiones de los alegres muniqueses (de los bávaros en general), disfrutar de la cultura y de una cerveza, bien tirada, dejando reposar la espuma para que baje y volver a tirar, así hasta llenar la jarra, en un proceso que puede durar de 5 a 15 minutos, porque la cerveza, como la cultura, no se puede ingerir con bulla.

Satisfagamos nuestra curiosidad con lo más granado de la cultura museística de la ciudad muniquesa en un recorrido que comenzaremos en la plaza Max Joseph (dedicada a Maximiliano José, primer rey de Baviera) en cuyo centro está, sentado en su trono, frente a la Residenz, que fue castillo y residencia de los duques y reyes de Baviera. Fue construida en varias fases desde el siglo XV hasta el XIX. Y, dentro de ella, se encuentra el Residenzmusseum que es uno de los museos de palacio más importantes de Europa. Ofrece una visión única de la vida y el poder de los príncipes bávaros de la Casa de Wittelsbach que gobernaron Baviera desde el siglo XVI hasta 1918. El complejo, que incluye alrededor de 130 salas, refleja la evolución arquitectónica y artística desde el Renacimiento al Neoclasicismo. En su interior destacan el Antiquarium (la sala renacentista secular más grande al norte de los Alpes), la Galería de los Ancestros y la Sala de Hércules, además de las fantásticas colecciones de porcelana, plata, miniaturas y bronces. La colección de cerámicas chinas (s. VII al XVIII) es una de las más importantes del mundo. En un ala, en el Schatzkammer está el Tesoro de la Corte que reúne piezas asombrosas desde la Edad Media, entre las que sobresale, por su belleza, una estatuilla de San Jorge a caballo, en oro y piedras preciosas, de 1590. En otra, el Münzesammlung, contiene una de las colecciones de numismática y grabados más importantes del mundo y el contiguo Residenztheater (el teatro), es una auténtica joya del rococó bávaro realizado por F. de Cuvilliés el Viejo a mediados del s. XVIII. Como curiosidad señalaremos que, en su parte posterior, se encuentra el Instituto Cervantes.

Recorriendo la monumental calle Maximillian hacia el río Isar, se van dejando atrás el Palacio de Gobierno de la Alta Baviera, el Museo de Etnografía de los otros continentes, el Parlamento regional bávaro y la Iglesia de estilo rococó de Santa Anna. En el rio, en una gran isla, nos encontramos con el Deutsches Museum. Es el museo de la Ciencia y la Técnica más grande del mundo. Es una de esas cosas que uno no puede dejar de visitar. En él se puede contemplar todo, absolutamente todo, lo que hay que ver sobre las ciencias y las técnicas en el mundo. Se puede visitar desde la mina más

profunda hasta lo más alto y alejado del universo (el planetario Zeiss se encarga de mostrarlo dos veces al día). Para los amantes de las historias bélicas y de las armas, en el Jardín de la Corte (Hofgarten), se encuentra el Armeemuseum (Museo de Historia Militar de Baviera. Ampliado el edificio, tras la Segunda Guerra Mundial, se ha instalado allí la Cancillería del Estado de Baviera. Frente a él está el Monumento a los Caídos y el Museo de Arte Antiguo Egipcio.

Alcanzado el mediodía, el hambre vino a recordarnos que la gastronomía es también parte de la cultura y, además de obligada satisfacción. Nos sentamos en una cervecería cercana y nos encontramos con una carta excelente, con precios aún mejores. Pedimos, de primero, una “wurstsalatt” (ensalada compuesta de salchicha, jamón, cebollas, pepinillos y vinagreta) para compartir; y de segundo, los mayores “krustenbraten” (asado de cerdo con piel muy crujiente, y las niñas, dos “Münchner schnitzel” (versión muniquesa del escalope, condimentado con mostaza y rábano picante antes de freírlo). Cervezas y un café de postre.

En nuestro recorrido por el Munich cultural, fuimos a dar con la Königsplatz, en la que se encuentra la Colección de Antigüedades Clásicas, albergada en el Staatliche Amtikenammlung. Es una de las colecciones de bronces, oro, cerámicas y terracotas, etruscas, griegas y romanas más importantes del mundo. Junto a este museo se encuentra otro, el Glyptothek que, aparte de ser uno de los más antiguos de Europa, acoge una extraordinaria colección de mármoles clásicos, de entre los siglos VI a.C. al IV d.C. Colección ésta, reunida y conservada por los reyes de Baviera. Y, sin alejarnos un ápice, de lo antiguo saltamos a lo moderno en la Städtische Galerie. Esta galería está dedicada a la pintura de Munich desde el siglo XV hasta la actualidad. Junto a obras de estilo románico, nos vamos a encontrar con una numerosa colección de obras del s. XX, de autores como Kandinsky y Lenbach. Y dentro del mismo entorno podemos elegir entre visitar el Museo Paleontológico, el Estatal de Geología, el de Mineralogía o el de Antropología General. También, en la Universidad Técnica, se expone una colección dedicada a la Arquitectura de más de 100.000 proyectos junto a una biblioteca de 40.000 volúmenes.

Pero la joya, para los amantes de la pintura, es la Alte Pinakothek, uno de los museos de pintura más antiguos y prestigiosos del mundo. Su nombre significa literalmente "Antigua Galería de Pinturas" y no solo muestra su riqueza histórica, sino que también refleja en sus lienzos el alma de Europa. Inaugurada en 1836 por encargo del rey Luis I de Baviera, esta joya del neoclásico, fue concebida no solo como refugio de obras maestras, sino como un manifiesto cultural. Cada sala de la pinacoteca es un viaje en el tiempo: desde la serenidad renacentista de Rafael y Botticelli, hasta la melancolía barroca de Rembrandt y Rubens, cuyas gigantescas composiciones ocupan muros enteros con una vitalidad casi palpitante.

Si le dedicamos el tiempo que merece, podremos deleitarnos con sus grandes tesoros de los que cito aquí una pequeña muestra. Comienzo con el fascinante "Autorretrato" de Alberto Durero (1500). No lejos está la "Virgen del clavel" de Leonardo da Vinci, después está la colección de Rubens, en la que se encuentra su monumental "El Juicio de Paris"; la sala a él dedicada más bien parece una catedral barroca. También destacan la "Madonna Tempi" de Rafael, la "Crucifixión" de Rogier van der Weyden, y obras inolvidables de El Greco, Rembrandt, Tiziano, Murillo y Velázquez.

La ubicación de la Alte Pinakothek, en el Kunstareal (el distrito de los museos de Múnich), lo convierte en el epicentro de todo itinerario cultural por la ciudad. Fuera se puede disfrutar de unos preciosos jardines o se puede seguir con la cultura y ver la Neue Pinakothek, en la que se puede contemplar una extraordinaria colección de pintura del siglo XIX, incluidos los impresionistas franceses. Están representados desde Goya o Turner, hasta Toulouse-Lautrec, Degas, Manet, Monet, Renoir, Cézanne, Gauguin o Rodin, así como otros pintores y escultores de las corrientes europeas del s. XX.

No se acaba aquí Munich, pero no quiero seguir haciendo “spoiler”. Que el lector lo descubra caminando por ella, disfrutando en sus fiestas y bebiendo cerveza en sus fascinantes “brauereien".