Cultura

Los capirotes sin penitencia de Manuel León

EL expresionismo de la pintura de Manuel León (Villanueva del Ariscal, Sevilla, 1977) dispara -sin previo aviso- al entrar en la sala del CAC Málaga, donde expone su obra más reciente hasta el 8 de febrero próximo. Su estreno en un museo (Un mundo sin luz es el título de la muestra), arroja una sensación de irrealidad en el color que conjura al Greco, pero también a la maestría barroca. Hijo de su tiempo, sin embargo, sigue las andanzas de los grafiteros y ha colaborado visualmente con la banda de rock Pony Bravo, aunque manifieste sin tapujo alguno su predilección por el salvajismo cromático de los fauvistas y los pintores clásicos, de quienes toma en préstamo un tenebrismo y un humor que se cuelan en piezas como No se puede dar a dios por sentado o Bacoshiva. Caravaggio y Velázquez revisited para simbolizar el desconcierto de una crisis en la que la culpa está polarizada, atrincherada entre los dos extremos de una cuerda que sigue tensa, a la espera de acontecimientos. Composiciones grupales que rompen con el desfile de penitentes a quienes nada puede detener, como en Ciegos que guían a ciegos; o que se cuestionan unos a otros (en El juicio de interés variable). Los ubicuos nazarenos de jeta traslúcida -cuando no descubierta- que se reproducen en los 10 lienzos son igualmente los modelos de las 32 acuarelas que cierran (o abren, según se mire), la exposición: una especie de mosaico de la realidad individual y colectiva, del sometimiento al poder que parece inquietar al artista. Un Abraham contemporáneo, otra figura tatuada con el rostro de una virgen horrorizada (más que doliente). El Amo de un mundo que hace girar el globo terráqueo a su antojo, con su mano invisible.

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