Un cielo para Pony Bravo

Daniel Alonso, de Pony Bravo, el pasado jueves, en la sala Vivero.
Pablo Piñero

14 de mayo 2011 - 05:00

Sala Vivero. Fecha: 12 de mayo. Músicos: Daniel Alonso (voz y teclado); Pablo Peña (guitarras y bajo); Darío del Moral (guitarras y bajo); Javier Rivera (batería y guitarra). Aforo: Unas 300 personas (un tercio de entrada)

Decía Julián Hernández, líder de Siniestro Total, que España es un país cutre musicalmente hablando porque lo de ir a los conciertos es poco más que una excepción. Bien se comprendieron sus palabras en la noche del jueves cuando apenas unas 300 personas se acercaron a la Sala Vivero a disfrutar del único e inconfundible sonido de los sevillanos Pony Bravo. Una banda que si llegase de otro sitio más lejano que su Andalucía llenaría salas mayores; pero que, por tenerlos ahí, tan cerca, para muchos se queda en una banda más, en casi nada. Una lástima: con más fe en grupos como éste el panorama musical cambiaría bastante. Y, encima, el público se lo pierde mientras ellos giran por todo el territorio nacional.

Entre lo onírico y lo real, la banda realizó una actuación que sirvió, de largo, como bendición para los fieles que peregrinaron hasta el polígono donde se ubica la sala en pleno jueves. A la hora señalada -cuánto se agradece la puntualidad en los conciertos- el cuarteto andaluz se puso manos a la obra para desgranar sus dos trabajos discográficos con un sonido que fue, poco a poco, expandiéndose por la nave industrial de la Vivero. De más a mejor, Pony Bravo brindó un concierto corto pero intenso, con momentos espirituales y de pasión; donde el bajo marcó unas pautas que la percusión elevaba y que servían al teclado para jugar a esto de hacer música de calidad.

Sin decoración extra, con contundencia y delicadeza, con todo en su sitio, la casi hora y media de concierto dio para mucho. Hubo momentos de psicodelia apocalíptica gracias a temas como La rave de Dios y otros donde la percusión se redobló para convertir en sublime el brillo del caballo de El Rayo. Difícil es encontrar algo parecido a su Ninja de fuego que rinda mejor homenaje a la Niña de fuego de Manolo Caracol; o entender de qué mente surgen sonidos como los que se atisban en Salmo 52.8 o El guarda forestal. Un lujo.

Con directos así, Pony Bravo se ha ganado un lugar merecidísimo en el cielo del indie español. Lástima que sólo unos cuantos fieles fueran a arroparles a la Sala Vivero y que fueran más los laicos que se quedaron en casa. Un acierto más de Wild Weekend. Eso sí, esta vez, con la entrada a 8 euros y la opción de descarga gratis de sus discos en la web oficial del grupo, aquí la excusa de que la música es cara no vale. Cuánta razón tiene el santo Hernández.

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