Historia Una experiencia decisiva que truncó la Guerra Civil

El conocimiento pertenece a todos

  • El Centro Cultural de la Generación del 27 recordó ayer las misiones pedagógicas, una proyecto gestado en la Institución Libre de Enseñanza en el que participaron María Zambrano y Ramón Gaya, entre otros

Había que sacar a un país entero de la miseria. La Ilustración aquí se paró en Jovellanos y la ignorancia amenazaba con hacerse eterna. Aunque truncadas con la Guerra Civil, las misiones pedagógicas contribuyeron de manera decisiva a reducir el ostracismo que el Antiguo Régimen se empeñaba en alimentar. Ayer, el Centro Cultural de la Generación del 27 recordó este emblemático proyecto, ligado históricamente a la Segunda República, con un acto que contó con la participación del profesor de la Universidad escocesa de St. Andrews Nigel Dennis, quien disertó sobre la implicación del pintor Ramón Gaya en las misiones, y la escritora y periodista sevillana Eva Díaz, quien presentó su última novela, El club de la memoria, finalista del Premio Nadal y ambientada en este tramo de la Historia.

En la antigua Grecia, y según su definición etimológica, el pedagogo era la persona responsable de llevar a los más pequeños a la casa del educador. Este registro coincide con lo que fueron las misiones pedagógicas, para cuyo estudio hay que remontarse a la Institución Libre de Enseñanza: en 1876, un grupo de catedráticos entre los que figuraban el rondeño Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón, apartados de la Universidad por defender la libertad de cátedra, decidieron crear esta institución para defender la instauración de una educación limpia de dogmas religiosos y políticos. En 1882, los mismos impulsores abrieron el Museo Pedagógico Nacional de Madrid, concebido como centro cultural dinámico más que como mero espacio expositivo; a la manera de laboratorio, el museo puso en práctica algunas de las teorías pedagógicas más revolucionarias de la época (que ya pregonaban John Dewey desde Estados Unidos y María Montessori desde Italia) para los estudiantes privilegiados que pasaban por sus aulas, pero ya entrado el siglo XX la iniciativa tuvo que afrontar una seria crisis que tenía su raíz en lo endogámico de la propuesta. La solución era clara: había que llevar aquella innovación a todas partes.

No fue hasta 1931, con el advenimiento de la República, cuando esta idea se vio materializada. El 29 de mayo se creó por decreto el Patronato de las Misiones Pedagógicas, que dirigió hasta 1936 Manuel Bartolomé Cossío, con una comisión central de la que formaban parte, entre otros, Antonio Machado y Pedro Salinas. Este decreto recogía, de manera escueta, los tres objetivos que perseguía el Patronato: "el fomento de la cultura general a través de la creación de bibliotecas fijas y circulantes, proyecciones cinematográficas, representaciones teatrales donde no había un teatro construido, conciertos y museos circulantes"; "la orientación pedagógica a los maestros de escuelas rurales"; y "la educación ciudadana necesaria para hacer comprensibles los principios de un Gobierno democrático a través de charlas y reuniones públicas", principio que parece inspirar la reciente puesta en marcha de la asignatura Educación para la Ciudadanía.

En un país castigado por el hambre, los abusos y la injusticia, con una realidad rural que tan agriamente describió Miguel Hernández en El niño yuntero, buena parte de la plana cultural de este tiempo comprendió la importancia de llevar la educación a todas partes y la necesidad de aliarse con maestros dispuestos llegar al último rincón de España. Intelectuales como María Zambrano, Ramón Gaya (cuya participación en las misiones, según explicó ayer Dennis, dejó un rastro indeleble en toda su obra hasta su muerte), el mismo Miguel Hernández y Carmen Conde se sumaron con entusiasmo al proyecto, del que nacerían otros como La Barraca de Lorca y el Teatro del Pueblo de Alejandro Casona, para llevar el conocimiento a las manos acostumbradas a la tierra seca. La Guerra Civil se lo llevó por delante, pero la luz ya estaba prendida.

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