Cuarteto Casals | Crítica

Razones de una institución musical por hacer

El Cuarteto Casals.

El Cuarteto Casals. / David Ruano

A medida que pasan los años va quedando más claro que la aportación del Cuarteto Casals a la hora de definir, identificar y reconocer las razones de la existencia de una institución musical como el cuarteto de cuerda es no ya oportuna, ni necesaria, sino imprescindible. Si se trata de señalar las posibilidades que le quedan al cuarteto para dotar de un sentido nuevo a sus repertorios (dejaremos para otro día lo concerniente a los repertorios futuros), hay que tener en cuenta a esta formación sin remedio. En estos términos, el Cuarteto Casals revela hasta qué punto el cuarteto de cuerda es un instrumento por hacer; es decir, en qué medida sus mayores posibilidades expresivas son todavía una cuestión remota, acaso una meta que no llega aún a vislumbrarse por más que creamos haber caminado un buen trecho. En esto, lo sabemos, consiste el arte; pero el concierto que ofreció este martes el Cuarteto Casals en el Museo Picasso demostró hasta qué punto la música es en este registro mucho más semilla que fruto, promesa que sentencia.

Porque es una intuición que trasciende la mera disciplina interpretativa la que llevó al grupo a facturar la Elegía del Cuarteto nº 11 en fa menor de Shostakovich en un revés fulgurante de des-composición, como si los cuatro músicos estuviesen extrayendo un lenguaje nuevo de alguna matriz improbable. Con este paisaje, el Allegretto ma non tropo del Cuarteto nº 15 en re menor de Mozart, interpretado previamente, volvía como un reflejo en negativo para hacer del misterio, significado. El breve Capriccio de Mendelssohn resolvía en lo formal la introducción perfecta al Cuarteto nº 8 en mi menor de Beethoven, como un idioma extranjera antes del silencio. Y aquí, en la construcción de la modernidad, la intuición mostraba lo que no sabíamos. Colosal.

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