La educación estética del genio Velázquez
La sede de Focus en Sevilla exhibe quince piezas que denotan la huella que la ciudad dejó en el pintor
Los responsables de la Fundación Focus-Abengoa materializaron ayer un sueño que empezó a gestarse el año pasado, cuando la entidad adquirió el lienzo de Santa Rufina: la apertura de la colección permanente del Centro de Investigación Diego Velázquez. La exposición (en el Hospital de los Venerables) que reúne 15 obras de diversos autores entre los que se encuentran Zurbarán, Murillo, Pacheco, y Martínez Montañés, se ideó para plasmar las influencias que Velázquez recibió en su ciudad natal y que marcaron la forma de entender la pintura del autor.
"En esta muestra estamos reconstruyendo su ideario, para llegar a la conclusión de que Velázquez no sería lo mismo sin Sevilla", explica el asesor científico del centro, Benito Navarrete. Acorde con este esfuerzo de contextualizar la obra y la vida de Velázquez, la colección se abre con la Vista de Sevilla fechada en el siglo XVII que la Fundación ya presentó el pasado julio, un testimonio histórico del escenario en el que nació y se formó el artista, "una nueva Babilonia", según Navarrete, que apunta "el contrasentido del ciudadano barroco, que vive entre lo real y lo irreal".
A partir de este arranque, la exposición investiga la educación estética que fue transformando la mirada de Velázquez. Martínez Montañés, amigo del pintor, está presente en la muestra a través de dos piezas, un San Juan Bautista y una Inmaculada, y un retrato que de él firmó Francisco Varela. Las tallas del jienense afincado en Sevilla ayudan a pensar en la interrelación entre pintura y escultura. "Cuando Velázquez entra en el obrador de Pacheco, hay un debate vigente que se pregunta qué es más importante, la pintura o la escultura", cuenta Benito Navarrete.
La precisión con la que Zurbarán traza la figura de Fray Pedro de Oña, en un lienzo colocado muy próximo a los trabajos de Martínez Montañés, suma matices a este enigma y ejemplifica la maestría con la que algunos pintores lograron un relieve inaudito con el lenguaje del óleo.
El realismo de la Sagrada Familia de Bartolomeo Cavarozzi, seguidor de Caravaggio, pudo dejar huella en la retina de Velázquez y ser un precedente de los registros por los que se decantarían los pinceles del sevillano. Este cuadro se expone junto a otras dos Sagradas Familias de Juan de Roelas, en una disposición en la que Navarrete ve la reconstrucción "del universo pictórico que alimentó la pintura del joven Velázquez". De la delicadeza con la que Roelas y Cavarozzi retratan a sus personajes, Velázquez tomará "la mediterraneidad, esa singularidad que presentan los tipos".
La temática religiosa continúa en las tablas de Santa Inés y Santa Catalina, de Francisco Pacheco, que representan "los modelos que Velázquez está viendo". Las obras del suegro del autor de El aguador de Sevilla, que han sido cedidas por el Museo del Prado, supusieron una estela a seguir en el retrato de lo divino. La Santa Catalina de Pacheco no es la única que alberga la Fundación Focus: también se expone un lienzo de Murillo que fue robado por el Mariscal Soult.
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