"Me encanta el silencio y detesto la música de fondo"
Pablo heras-casado. director de orquesta
El granadino, una de las batutas españolas de mayor proyección internacional, titular de la Orquesta Luke's de Nueva York, dirigió ayer a la Orquesta Ciudad de Granada en su 25 aniversario
Cuando el fotógrafo pide una batuta para que pose con ella en mano se le avisa de que Pablo Heras-Casado (Granada, 1977) no usa el palillo cuando está en el podio. El director de orquesta granadino se colaba cuando tenía 16 años - durante siete años, "venía casi todas las semanas"- en los ensayos del Auditorio Manuel de Falla para aprender de los directores que pasaban por allí. Con el tiempo, el reconocimiento se ha colado en su carrera, como director de la Filarmónica de Berlín, o de la de Nueva York. También convirtiéndose en uno de los más prestigios, considerado como director del Año (2013) por la prestigiosa revista Musical America.
-De pequeño le regalaron una cinta con el Requiem de Mozart dirigido por von Karajan. ¿Fue su primera referencia?
-Fue con 8 años. Fue importante porque descubrí el Requiem de Mozart y en ese momento ya me gustaba la música, pero esa fue la primera grabación que empezaba a ponerme en un casete y yo ya estaba muy atraído por lo coral, pero esta fue la primera importante.
-¿Eso fue antes de que empezara a cantar en una coral o después?
-Fue después. En ese momento yo cantaba en un pequeño coro en el colegio Juan XIII en el Zaidín. El profesor era don Rafael García, recuerdo que era un aficionado a la música y nos ponía a veces a cantar en la Capilla. Luego, ya más tarde -con 10 u 11 años- empecé a formar parte de un coro mixto con gente adulta también.
-Un coro en el que estaba también su madre...
-Exactamente. Ella ya como me llevaba a los ensayos, al final ella se apuntó y estuvo cantando muchos años también. Hacíamos los ensayos y cuando hacíamos los viajes para cantar en algún sitio, ibamos, dígamos, toda la familia.
-Más tarde empezó a colarse en los ensayos del Auditorio Manuel de Falla, partituras en mano. ¿Alguna vez le llamaron la atención?
-Con 16, 17 años empecé a venir y estuve viniendo siete u ocho años, hasta los 23 o 24 años. Me costó a veces algún problema con los operarios de la orquesta y con la gerencia también. Incluso en alguna ocasión tuve un rifirrafe -me decían que no podía venir porque tal, por la seguridad-. Pero yo tenía que ir.
-Aquello se agradece ahora.
-Tuve la suerte de que en Granada había una orquesta y de nivel. Si no, no hubiera tenido la oportunidad de conocer a músicos de la talla de los que conocía, empezando por los propios músicos de la OCG que eran de una generación anterior a la mía, pero una generación muy buena que salió de España. Entonces había un impetú y un entusiasmo de hacer música que todavía pervive. Es algo que viví y pude respirar.
-¿Nombres de aquellos directores que dijera quiero venir a verlos?
-Muchísimos, desde el propio Josep Pons -lo conoci y pude hablar con él muchas veces y he estado muchas veces en sus años- a Harry Christophers y Christopher Hogwood, que fue principal director invitado y ya falleció. También Salvador Mas con el que he tenido una relación muy estrecha y del que aprendí muchísimo.
-No acabó el conservatorio, ¿sentía que se le quedaba pequeño?
-No es que el conservatorio se me quedara pequeño como institución. Pero en aquella época los planes de estudio eran muy limitados -creo que ahora ha cambiado mucho- y estaban muy ceñidos a un repertorio y a la consecución de exámenes y títulos. Pero como formación humanística -y lo que un artista debe ser- era limitadísimo. Ya que estaba conectado a mis padres me saqué el título de piano, pero en esa época ya tenía muchos intereses y estaba en mil cosas: haciendo teatro y cantando, cursos de dirección, cursos de canto, de danza contemporánea, leyendo sobre música renacentista, sobre historia, también con mis coros y primeros proyectos... Si que es verdad que en algún momento el conservatorio ya me estorbaba, pero igual me pasó con la universidad. También hice Historia del arte y al final cuando vi que solo iba a la universidad a aprobar exámenes, y los aprobaba -pero no recibía una formación integral- lo dejé a medio camino.
-¿Recuerda la primera vez que se sube a un podio como director?
-El 19 de diciembre del 95, en San Ildefenso, aquí en Granada.
-Recordará también el repertorio...
-Sí, sí, todo. Hasta el cartel. Fue un concierto de los tres grandes maestros del Renacimiento Español: Tomás Luis de Victoria, Cristóbal de Morales y Francisco Guerrero. Van a hacer ya 20 años.
-Conoce el panorama mundial de las orquestas. ¿Dónde se sitúa España en comparación con otros países?
-En España, la tradición orquestal es muy reciente. En otros países del mundo la música sinfónica forma parte de su cultura ininterrumpidamente durante mucho tiempo. Es una cuestión de tiempo, de medios. También de crear y crecer.
-¿Cuál cree que es el motivo para que la edad media del público que acude a auditorios y teatros envejezca?
-Creo que es un asunto que no es nuevo, que siempre ha sido así. Dentro de 20 años hablaremos y también será una audiencia... En cierto modo no es tan extraño que haya un sector grande de la audiencia que tenga una edad madura o avanzada. Ha sido así siempre. Lo que pasa es que ahora hay una percepción en la sociedad influida por el hecho de que todo en la moda, el cine, el deporte y la televisión está enfocado a gente muy joven. Quizá se acusa más esa diferencia porque parece que en las salas de conciertos tiene que haber gente de esa edad. Pero no podemos comparar la audiencia que puede tener un concierto de Beyoncé o una sala de cine con la de una sala de conciertos. Son manifestaciones diferentes y es normal que ciertas cosas vengan un poco más tarde.
-¿Cree que influye el que se venda el arte como entretenimiento y la inmediatez en esas diferencias entre un concierto de Beyoncé y uno de clásica?
-Hay cosas que son de disfrutar en el momento y consumir. Y no requieren una madurez y una interiorización. Un concierto de Beyoncé es entretenimiento, no es arte. En el arte estamos hablando de otro tipo de factores tanto históricos, humanos e intelectuales. Y por supuesto que no tenemos que olvidar que un concierto en elAuditorio Manuel de Falla o Poeta en Nueva York tenga una dimensión emocional que conmueva, sin comprender que ocurre. Esta parte emocional y sensorial debe estar, pero no son emociones simples como las de un ritmo repetitivo (simula el ritmo: pum, pum, pum). Es mucho más complejo, y esto es lo que requiere de nosotros y provoca un conflicto, y otra manera de involucrarse.
-Hay quien dice que es importante que ante una obra de contemporáneo haya alguien que explique su significado. ¿Cree que eso se puede trasladar a la música contemporánea?
-Siempre es bueno, pero no es absolutamente necesario. Hoy en día en un hotel o escaparate hay influencias de corrientes artísticas del siglo XX que ya se han convertido en estética popular, pero que hace 50, 60 años eran estéticas de vanguardia. Hay mucha gente que imita a Rothko hoy día. Y ya cualquier persona que pase por delante de ese hall o escaparate lo ha asumido, sin saber qué hay de nuevo en ello. Es una cuestión de estar expuesto a ello, luego viene el comprender. Es tan importante la dialéctica como el acceso.
-Alguna vez ha comentado que no escucha música fuera del repertorio en el que trabaja.
-No oigo mucha música. Yo si voy a casa ahora no me pongo un disco. Me encanta el silencio y no necesito que haya música de fondo. Detesto que haya música de fondo. Es como si dices vamos a tener una conversación de fondo, es algo con lo que necesito interactuar. Y si oigo música -sea la que sea- es para oírla.
-Se dice que pertenecéis a una generación de directores menos autoritarios. ¿Cómo es la relación del director con sus músicos?
-No es la generación, creo que son los tiempos. Igual que a un padre en su familia se le hablaba de usted y había un respeto (o falso respeto) y había unas normas que hoy no existen, la orquesta también es un ente social y humano que funciona con los mismos parámetros. Hay una democracia dirigida, no completa en la que todo el mundo tenga una voz, sino que hay una dirección.
-¿Le preocupa la subida del IVA al 21%?
-Evidentemente. Va en perjuicio de lo que queremos hacer. Nosotros queremos divulgar la cultura y llegar a un mayor número de gente y lo que hacen es impedir, impedir y poner trabas y dificultades.
No hay comentarios