"La expedición de Balmis fue la primera misión médica de la historia"

La autora acaba de publicar su última novela, 'Ángeles custodios' (Ediciones B), un libro que recrea el viaje que llevó, a principios del XIX, la vacuna de la viruela a las colonias españolas en América y Filipinas

Almudena de Arteaga (Madrid, 1967), con su último libro.
Pilar Vera

16 de abril 2010 - 05:00

La expedición del doctor Francisco Xavier Balmis salió del puerto de La Coruña hacia América en 1803. No era, como tantas otras -como fue la de Malaspina o sería la del Beagle- una misión científica en sentido estricto. La de Balmis pudo bien ser "la primera expedición médica de la historia". En el barco, también, a diferencia de todas las demás, viajaba una mujer: Isabel de Cendal. Y, a diferencia de los otros, fue un viaje prontamente olvidado. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna -nombre oficial de la misión- fue alentada por el Gobierno de Carlos IV: "Cuando los doctores Balmis y Salvany regresaron, el país estaba en plena ocupación francesa, con el rey a punto de huir. Su regreso fue una noticia de segundo orden", explica la escritora Almudena de Arteaga.

Especializada en novela histórica, Arteaga (Madrid, 1967) escuchó hablar por primera vez de esta aventura en 2004, "cuando la gallega Ana Pastor, que sí sabía de la expedición, era ministra de Sanidad". Almudena de Arteaga fue recopilando información en todos los ensayos existentes sobre el viaje que llevó a dos médicos, la directora de un hospicio y 22 niños huérfanos al otro lado del mundo. Una iniciativa de la que había gran cantidad de material historiográfico pero sobre la que nadie había ficcionado: "Casi lo único que he tenido que hacer -dice Arteaga- es crear los perfiles de los personajes, y esto tampoco ha sido difícil".

El María Pita tenía como misión salvar al mundo de una enfermedad que mataba a millones de personas, "a más gente que la gripe". La primitiva vacuna de la viruela llegaba corrupta, a causa del calor, a las colonias españolas, y el doctor Balmis fue el único que pensó en "transportarla" en los cuerpos de los niños, auténticos remedios vivientes. "La viuda Isabel de Cendal era la directora del orfanato al que acudieron para llevarse a los pequeños, pues nadie quería prestarse como conejo de indias para este experimento -explica Almudena de Arteaga-. Por eso necesitaban niños que no importaran a nadie. Pero Isabel de Cendal ejercía de madre para ellos, por lo que cuando llegaron a recogerlos se ofreció como voluntaria para cuidarlos. Curiosamente, ninguno de ellos moriría a consecuencia de la enfermedad..."

De esta tremenda mujer, que se embarcó sola en una expedición de estas características con una tripulación exclusivamente masculina, apenas disponemos de datos: "En los documentos que tenemos, hay ocasiones en las que incluso se le cambia el nombre -continúa Arteaga-. De hecho, ni siquiera sabemos con seguridad su origen. Hay quien dice que su apellido era en realidad de origen inglés (Sendall), que ella cambia a Cendal para evitarse problemas. Tenía un hijo, llamado Benito, que también embarcaría. Yo creo que en aquellos tiempos, para que una mujer se animara a dar un paso así, tenía que dejar muy poco atrás".

"Yo diría que Isabel de Cendal -apunta la escritora- fue la primera pediatra. Era una mujer más o menos ilustrada, que sabía tratar a los enfermos, pero llevaba una vida muy dura: enterraba a un niño cada día. En aquella época, moría el 60% de los niños recluidos en los hospicios".

Según su autora, Ángeles custodios presenta una historia de aventuras y salvación, "entrañable, por la presencia de los niños, y filantrópica. Balmis llevaba la vacuna gratuitamente a todo el que la quisiera recibir. De hecho, cuando ellos llegan al cantón, la expedición se encuentra con la oposición de un grupo de ingleses que trapicheaban con una vacuna falsa. Los buhoneros vendían falsos remedios a altísimo precio". La novela presenta, como recreación absoluta, una historia de amor y desamor entre sus protagonistas: "Cinco meses de navegación en un espacio de pocos metros provocan mucha fricción entre los personajes. Son historias que pudieron suceder", comenta.

Acostumbrada a lidiar con argumentos sorprendentes, lo más extraño para Arteaga de la inusual historia de Balmis es "lo olvidada que ha quedado". Autora de método, con un libro al año y ocho horas de trabajo al día, Arteaga tiene ya su siguiente novela en mente: una historia que tendrá en la ciudad de Cádiz uno de sus escenarios y que estará ambientada durante la ocupación francesa.

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