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Exposición en Málaga
Málaga/Uno de los últimos cuadros de Francisco Peinado (Málaga, 1941), realizado en 2020, se titula La niña en altamar. En el lienzo se distingue, ciertamente, la figura de una niña de cabellos rubios en pie sobre un islote que parece flotar en mar abierto. La pintura representa una soledad certera, pero nada aquí remite al desarraigo ni a la tragedia: la niña juega con unos peces de colores que, salidos del agua, diríanse convertidos en aves; al mismo tiempo, se extiende a sus pies sobre el islote un manto de color que invita a pensar en un mundo a punto de hacerse. Si de atar cabos se trata, no resultaría descabellado reconocer en esta niña a Miranda, la hija de Próspero que Shakespeare inmortalizó en La tempestad. Y, ya puestos, no habría más remedio que adjudicar el papel de Próspero, ausente en el lienzo, al verdadero padre de la criatura: Francisco Peinado. Y es que el legítimo duque de Milán, condenado al exilio y perdido en una isla habitada únicamente por criaturas mágicas, donde se entrega sin reservas al estudio de las ciencias ocultas al amparo de brujas y demonios, ofrece un fabuloso alter ego a la figura de Peinado, todo un Próspero por derecho que desde el comienzo ha vivido su dedicación al arte como un exilio: desde la emigración familiar que le llevó a dar sus primeros pasos en Brasil, sus posteriores años alemanes y el definitivo regreso a España, primero en Madrid y por último en su Málaga natal, Francisco Peinado ha ejercido de verdadera isla en el panorama artístico de su tiempo, de verso suelto a prueba de etiquetas y generaciones. Su obra tiene mucho de ciencia oculta, en el sentido de propia e intransferible, pero al mismo tiempo dotada de una complicidad inmediata para cualquiera que decida asomarse. Esta defensa a ultranza de su libertad creativa ha podido tener sus costes, pero, al mismo tiempo, ha convertido a Francisco Peinado en uno de los artistas españoles más respetados del presente y con una mayor proyección internacional, un prestigio sostenido invariablemente desde su participación en la Bienal de Sao Paulo en 1969, a la que siguió la Bienal de Venecia pocos años después. Ahora, es el Rectorado de la Universidad de Málaga el que da cuenta de esta rigurosa independencia y este talento único en la exposición Nuevas Rotaciones, inaugurada este jueves con la presencia del artista y a disposición del público hasta el 2 de julio.
Comisariada por Antonio Abad, Nuevas Rotaciones entraña, tal y como explicó en la presentación la vicerrectora de Cultura de la UMA, Tecla Lumbreras, una continuación de Rotaciones, la exposición brindada el año pasado en Alhaurín de la Torre, el municipio donde reside Peinado desde su regreso a Málaga en 1979. Como aquélla, Nuevas Rotaciones presenta una esmerada selección de pinturas realizadas entre 1980 y 2020, resultado, por tanto, de la evolución formal que ha desarrollado el artista en la Málaga que le vio nacer, marcada a fuego por la misma libertad a la hora de poner en juego lenguajes, registros y discursos que los círculos mejor pensantes considerarían directamente irreconciliables. Lumbreras celebró este carácter rupturista de Peinado y, más aún, su vigencia: "En Peinado están el expresionismo de Basquiat y el Art Brut de Dubuffet, pero, sobre todo, una combinación de ironía, humor negro y ternura que hacen de este artista un creador único". Así es: aunque en sus últimas obras la nostalgia, inevitable, reclama su terreno, Peinado sigue llevándose las prerrogativas del pop a donde no lo ha hecho nadie para hacer fermentar el cómic, el cine y todo lo relativo a la cultura popular en un horno tan incómodo como fascinante. De vuelta a Shakespeare, Peinado es también el bufón que recurre al humor para soltarle al rey las verdades que más le duelen. El rey, aquí, somos nosotros.
Recordaba al respecto Antonio Abad que, si bien Peinado ha sido habitualmente vinculado por la historiografía crítica a la Generación malagueña del 50 "que abrió puertas a la vanguardia en una ciudad cuya oferta cultural sólo podía calificarse de triste y lamentable", lo cierto es que "no tardó en poner distancias respecto a todos los demás". Destacó Abad de Francisco Peinado "su compromiso con el arte, con la técnica y con el mundo, en la medida en que llega a subvertirlo para transformarlo en un lugar mejor". E invitó el comisario al público a ver los cuadros "de cerca. Los cuadros de Peinado son interminables, no se acaban nunca, cada vez que los miras es la primera. Para pintar, el artista se mete en el lienzo hasta confundirse con su obra. Por eso, lo mejor que se puede hacer ante un cuadro de Peinado es lo mismo: meterse dentro".
Con su legendaria parquedad eremítica, Peinado agradeció al comisario y a Tecla Lumbreras "que se acuerden de mí". E inscribió su propio nombre en la entrada de la exposición, como si quisiera recibir personalmente a quien por allí merodee. Como un Próspero imbuido de hechizos que hace eterna posesión de su isla y de su libertad.
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