Cultura

Mucho más que flamenco

Cante: Miguel Poveda. Guitarra: Chicuelo Percusión: Paco González. Palmas: Luis Cantarote y Carlos Grilo. Piano: Joan Albert Amargós. Baile: Laura Rozalén. Aforo: Lleno.

El pasado viernes se clausuró el XVI Festival Ciudad de Fuengirola con la actuación de Miguel Poveda en el maravilloso Castillo Sohail. Una vez más, Poveda nos demostró que antes que artista ha sido y es un gran aficionao, lo que en el argot quiere decir que es un amante, estudioso y conocedor del flamenco. Aunque ahora goce de un boom mediático, hace ya muchos años que Miguel empezó a cantar, y lo hizo desde abajo, por peñas de toda España, bajando a Andalucía desde su Badalona natal para empaparse de flamenco y ganándose poco a poco y por méritos propios el lugar que ahora tiene. Ocurre que, además, Poveda es un enamorado de la música en general, sobre todo de las que nacen del pueblo, y cuando ha podido permitírselo, ha grabado y ha cantado todo aquello que le emociona, llámese fado, tango argentino o canción española.

Dicho esto, estaba claro que no iba a ofrecernos un recital flamenco al uso, sino que venía a darnos mucho más. Dividió el espectáculo en dos partes, primero flamenco y después copla, aunque siempre pasada por el tamiz de su sensibilidad flamenca. Demostró su cercanía y su nivel al improvisar cada vez que el público o la inspiración se lo pedían. Comenzó cantando a palo seco letras de liviana y serrana de Matrona, rematando por cabal. Hizo malagueñas de Chacón, la salida demasiado amarchenada, pero bien modulada en conjunto, con su final por rondeña chica y fandango de Lucena, muy bien hecho este último, paseando con solvencia por graves y agudos. Las cantiñas son siempre un palo estrella en sus recitales y brindó momentos brillantes recordando a Camarón y a Pastora, aunque la apoteosis vino al cantar y secundar el baile cuajado de gracia de Laura Rozalén por tanguillos de Chano Lobato.

Cantó por soleá apolá, acordándose de Mairena y su Charamusco, y de Marchena y su Reniego de los rosales, uniendo con su voz a dos corrientes enfrentadas, todo ello, ligando tercios y pellizcando. Genial fue su paseo por Triana mediante los tangos del Titi, con guiños al gran Naranjito, derrochando sabor añejo y dominio del compás. Las deliciosas bulerías, primero al golpe y luego rematadas por romance, pusieron el punto y final a la parte flamenca y dieron paso al evocador piano de Amargós, para hacer las coplas Vente tú conmigo, Ojos Verdes -que dedicó a Pasión Vega, presente en el público y que sorprendería con un inesperado y maravilloso bis-, Rocío, y A ciegas. Pasó a homenajear a Morente con un popurrí de éxitos del granadino y de nuevo a Camarón con una versión respetuosa de La leyenda del tiempo. Para acabar, Tres puñales por bulerías, con un quejío estremecedor que no acusaba las dos horas largas que ya llevaba cantando. Alfileres de colores tampoco podía faltar, con su pataíta y la espontaneidad del torero local David Galán que hizo unos pases de salón al cante de Poveda. Ante la ovación del público en pie, cantó Te lo juro yo con Amargós y como guinda, el regalo de Pasión Vega: el estribillo a capella de Y sin embargo te quiero, final perfecto para una noche mágica.

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