El futuro del cine, en 3D

'Monstruos contra alienígenas', de Dreamworks, y 'Avatar', de James Cameron, confirman la apuesta definitiva de Hollywood por el cine digital tridimensional

'Monstruos contra alienígenas' gran estreno de Dreamworks en 3D.

17 de marzo 2009 - 05:00

El 2009 se anuncia como el año que pondrá a prueba a Hollywood para la definitiva implantación del cine en 3D como tecnología de futuro y como tabla de salvación de la industria en tiempos de crisis. Los próximos estrenos de Monstruos contra alienígenas (abril), la nueva franquicia de animación de Dreamworks, y Avatar, el nuevo filme de ciencia ficción de James Cameron (previsto para Navidades), se adivinan como las apuestas más potentes hasta la fecha para reconvertir el camino del blockbuster y el cine infantil, los dos géneros que tiran del carro de la industria, hacia las imágenes tridimensionales y estereoscópicas de carácter hiperrealista.

Y es que Hollywood siempre ha acudido a la tecnología en tiempos de crisis, primero con el sonido, luego con el color. Acuciado por la piratería, el cansancio del público y las nuevas formas de consumo en el hogar (DVD, Blu-ray, HD, Home Cinema), Hollywood reproduce así en versión digital aquella otra salida a la crisis que, a comienzos de la década de los 50 del siglo XX, respondía al empuje de la televisión y a una sangrante pérdida de espectadores con el desarrollo de nuevos sistemas de color (Technicolor, DeLuxe, Eastmancolor), sonido estereofónico (luego llegarían el Dolby y el THX), grandes formatos (Cinemascope, Vistavisión, Panavision, Todd Ao, Cinerama) o nuevos dispositivos envolventes, inmersivos y sensoriales (Odorama, Sensorama) destinados a convertir la experiencia cinematográfica en algo excitante y físico, imposible de emular desde la pequeña pantalla, procedimientos que, en cierta forma, devolvían al cine a sus orígenes (incluso a su prehistoria) y a su estética de atracciones anterior a su estandarización narrativa.

El desarrollo del cine en 3D, que procede precisamente de aquellos días (Los crímenes del museo de cera, de André de Toth en 1953, o La soga, de Alfred Hitchcock, estrenada en 1954) y que tuvo un sonado fracaso comercial en su momento, responde a una nueva situación social que, a tenor de las cifras anuales, obliga a la producción y a la exhibición a replantearse sus objetivos. Los avances tecnológicos han mejorado además lo suficiente como para sustituir aquellas viejas gafas de celofán de dos colores por sofisticados modelos microelectrónicos que permiten una verdadera percepción tridimensional de la imagen sin los defectos y molestias primitivos.

Desde un punto de vista económico, la transición al 3D exige una potente inversión -las cifras del reciente informe publicado por Cahiers du cinéma-España hablan de un coste de 80.000 euros de inversión por sala- y la prolongación del inevitable proceso de digitalización de la exhibición tradicional, que pronto verá desaparecer el celuloide en favor de las unidades de memoria portátiles, más manejables y económicas. A la luz de las cifras sobre la creciente implantación en España de salas digitales en 3D (27 a fecha de hoy, 57 previstas para finales de año) y del no menos ascendente número de títulos producidos por Hollywood con esta tecnología (23 para 2009), parece inevitable pensar que el futuro pasa por esta transición y por una apuesta más importante aún por el cine-espectáculo y la animación como géneros que abanderen la nueva era del blockbuster digital. El reciente cierre de importantes filiales independientes de los grandes estudios preludia el abandono del cine pequeño y dramático por la inversión en grandes superproducciones fantásticas o de ciencia ficción basadas en los efectos especiales y destinadas al público infantil y adolescente.

Si títulos como Beowulf, Bolt o el remake 3D de Viaje al centro de la Tierra han adelantado ya la tendencia que se avecina, el musical parece ser también, como ya lo fuera para el color y el estéreo en los cincuenta, un género propicio como campo de pruebas para experimentar las posibilidades del formato: los films-concierto de U2, Hannah Montana o los inefables Jason Brothers han sido los primeros en recrear la experiencia envolvente del directo gracias al 3D.

Steven Spielberg y Peter Jackson, dos de los pesos pesados de la industria, vinculados a dos de las plataformas de desarrollo de efectos digitales más importantes del momento (la Industrial Light and Magic de Lucas y la compañía neozelandesa Weta, responsable de la trilogía de El señor de los anillos), anuncian una insólita alianza para poner en pie una trilogía con las aventuras de Tintín íntegramente concebida en 3D. Antes llegará una nueva cinta de terror, My Bloody Valentine 3D, que anuncia como principal reclamo situar a su espectador en el interior de un incendio. Muy pronto no se tratará ya de ver para creer como de experimentar y sentir para creer (o no).

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