La galerna llegó en otoño
Sala Vivero. Fecha: 24 de septiembre. Músicos: Tomás Palomo (guitarra y teclados), Ekhi Lopetegui (bajo y voces), Unai Lazkano (guitarra y teclados) e Igor Escudero (batería). Aforo: Unas 500 personas (algo más de media entrada).
El director Isaki Lacuesta recogía en la noche del sábado la Concha de Oro en el Festival de cine de San Sebastián. Las películas de Lacuesta nunca han sido acogidas por el gran público, apenas llegan a las salas de cine; pero están hechas con mucho oficio, con dedicación. Es ver una y querer verlas todas. Junto a Donosti está Zarautz, de donde proceden los miembros de Delorean. Una banda cuya música tampoco llega al gran público: ni suena en radios comerciales ni llena estadios. Pero es escucharlos en directo y sentir que los conoces desde siempre. Su sonido es hipnotizador y de pronto te sientes surfeando por las olas de su amplia playa guipuzcoana. Quieres que la noche no se termine nunca…
Aunque acaba, claro. Y también tiene comienzo. Botoncitos por doquier. Sintetizadores. Guitarras y muchísima energía. Eso lo que ofrecen estos zarauztarras desde el minuto uno de concierto, porque Delorean no son de los que pasan los primeros compases entrando en calor o comprobando cómo es el público de la noche. Ellos llegan, encienden aparatos, dan las buenas noches al tendido y su sonido electrónico ya no para de sonar durante 90 minutos de concierto que se hacen cortos, muy cortos. Como una goleada del Barça. Como una galerna veraniega que aquí llegó en otoño. Y de las que se disfrutan porque dejan la playa vacía y muchas olas para coger.
Que bandas como esta no sean excesivamente conocidas en nuestro país y su público sea más minoría que mayoría tiene sus ventajas. Permite a sus seguidores asistir a conciertos con el espacio suficiente como para no dejar de saltar sin atropellar a nadie y les facilita llegar a primera fila con espacio para romper las zapatillas de tanto bailar. Pero sorprende, a su vez, que unos chicos nacionales con un sonido tan contundente no llenen salas más grandes, no atraigan a un público mayor. Lástima que fuera de nuestras fronteras les quieran un poquito más: sus ventas en el extranjero y la larga nómina de países donde han paseado su último álbum, Subiza (Mushroompillow, 2010) lo dejan bien claro. Como también lo hacía todos los guiris que llenaban las primeras filas de la sala Vivero en la noche del sábado pasado.
Cuando Messi firmaba con su último gol ante el Atleti su segundo hat-trick de la temporada, Delorean habían convertido ya a la Vivero en una fiesta. De ser por el público, allí estarían todavía para bailar Deli, Real Love o Seasun y la mayor parte de temas de Subiza, un disco que publicaron ya hace casi dos años y cuya gira despiden en unos días. Han tardado en traerlos a Málaga, pero mereció la pena la espera. Gracias a la sala Vivero por permitir al público malagueño escucharlos en vivo. Y gracias al cine Albéniz por ser el único en tener en cartelera la peli de Isaki Lacuesta, Los pasos dobles.
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