Este golpe maestro

Vetusta Morla conquistó ayer un Martín Carpena a medio llenar en su concierto de presentación de 'La deriva'

Fernando Torres Málaga

26 de septiembre 2015 - 05:00

Se apagan las luces y el Carpena, cuyo aforo se ha quedado ocupado a poco más de la mitad, comienza a gritar. Focos azules y una canción con aires oníricos sirven de introducción, como en un cuento, acompañando a Pucho y a los suyos puestos ya en el escenario. Guitarras afinadas, baquetas listas, el micro expectante. Y así, entre aplausos impacientes, Vetusta Morla empezó ayer su concierto con el primer corte de su último trabajo de estudio, La deriva. El cantante apareció armado a la percusión, y en el momento más intenso del tema, uno de los himnos por derecho de la banda madrileña, una tela blanca cayó a sus espaldas; quedó así conformado un telón de luz sobre el que se proyectaron imágenes y formas evocadoras durante todo el espectáculo. Lo que te hace grande, de Mapas, el segundo álbum de Vetusta Morla, dio alas bien pronto a un público que no ocultaba sus ganas de corear hasta la última nota. Había llegado el momento de la verdad. Había empezado el concierto, y quienes habían acudido parecían dispuestos a exprimir los estímulos hasta el fondo.

Jugando con el contraluz, y bordeando la energía de Pucho, llegó el momento de protestar contra el Golpe maestro de "los que nos quitan la sed". Como acostumbran los madrileños, los impecables elementos visuales se convirtieron anoche en un séptimo músico, en la séptima esencia de cada canción. Y lo cierto es que la depurada puesta en escena, aupada en el complejo desarrollo de buena parte del repertorio, ofrecía un contrapunto perfecto a unos músicos que se daban a su público de la manera más natural y sencilla, como un grupo de amigos que disfrutan la ocasión precisa del reencuentro.

"Muy buenas noches Málaga, ¿cómo estamos? Buenas noches, Andalucía. Éste es nuestro último concierto de la gira La deriva en territorio andaluz, así que gracias por estar aquí", apuntó Pucho para cumplir con el protocolo, antes, sin embargo, de advertir: "Va a ser un concierto celebratorio". Y vaya si lo fue: La mosca en tu pared descorchó el champán, con un sexteto en estado de gracia y lleno de intenciones que no defraudó: prevaleció, por encima de cualquier otra consideración, las ganas de hacer único el momento. Y así respondió el público, elevado por los afilados acordes de la banda, minuto a minuto.

Fuego, otro de los hitos del conjunto, incluido igualmente en La deriva, contribuyó al idilio merced a una calidad abrumadora en su ejecución (nada sencillo, a tenor de una composición no precisamente facilona). Se lució aquí especialmente Jorge González a la percusión y los teclados, así como en El Rey Sol, donde también brillaron con descaro los guitarristas Juan Manuel Latorre y Guillermo Galván, pródigos y virtuosos ya fuera para Fender o para Gibson (su catálogo de instrumentos aportó una arquitectura abrumadora en muchos pasajes). Y así se condujo a la noche a través de sus sortilegios, con un grupo que se desquitó al fin de su mala experiencia sonora en la Sala París 15. Maestros, al cabo.

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