Cultura

Las historias de los habitantes de Istán se hacen literatura

  • Juan Gaitán mantuvo ayer un encuentro con los lugareños para trasladar al papel los recuerdos narrados a viva voz · Se escucharon desde trances dolorosos a anécdotas

Cada Semana del Libro y la Lectura en Istán, Juan Gaitán acudía a la localidad malagueña para leer sus creaciones. Este año pensó que podían hacer algo distinto y, con el apoyo del alcalde del municipio, propuso hacer el ejercicio contrario. Se trataba de escuchar las historias de los vecinos del pueblo y transformarlas en literatura en ese mismo instante. La convocatoria fue ayer y aunque "no es fácil que la gente se siente a tu lado para contarte algo suyo", como reconoce el autor, el pueblo respondió a la iniciativa y, superada la prudencia, se acercaron bajo la carpa situada en la plaza para que Gaitán con su ordenador y sus herramientas de escritor transformase sus recuerdos en letras.

En una docena de relatos cupo casi todo, desde "historias duras y dramáticas sobre la Guerra Civil y sobre todo la postguerra hasta anécdotas divertidas", comenta el escritor. Ana, una mujer de 77 años, le contó a Juan Gaitán que cuando tenía 6 estalló la guerra. A su padre se lo llevaron a Marbella y desde allí lo trasladaron a Estepona. Una noche se lo llevaron al cementerio para fusilarlo y su cuerpo, junto al de otros muchos, quedó enterrado en una fosa común de la que no sabían ni el sitio.

"Estuvo 70 años sin ir a Estepona porque no quería pisar la tumba de su padre", subraya Gaitán. Pero su hija la convenció para que fuese y vieron que la tumba estaba delimitada y adecentada "en uno de estos ejercicios de recuperación de la Memoria Histórica" y dice que "sintió un agradecimiento terrible y que ahora visita el lugar siempre que puede", concluye el autor.

María Jesús tiene 95 años, una vida muy larga que daría para mucho que contar. "Su padre murió cuando era una niña y cuando su hermano mayor se fue a la mili se tuvo que ocupar de sus hermanos", recuerda Gaitán. Ella araba la tierra y sacaba a las cabras al monte. Usaba la honda tanto que ahora, a sus 95 años, es campeona de los certámenes de tiro con honda que se hacen en la comarca. "Además lee el periódico todos los días sin gafas, el médico le dice que es lo nunca visto".

A la cita, aunque en menor cantidad, también acudieron hombres como Pedro, uno de los últimos arrieros de la zona. "Iba con sus mulas o sus burros y bajaba desde la sierra el carbón vegetal que se producía en ella hasta que en los 60-70 se construyeron las carreteras y se desterró el oficio", explica el escritor. "No quería que se perdiera la memoria de un tiempo en el que fue realmente feliz, sin la tiranía del reloj, llevando una vida solar", dice Juan Gaitán, para el que esta experiencia ha sido "magnífica". "Esto ha sido actuar sin red, tirarse a la plaza, y para el público ha supuesto un acercamiento al trabajo del escritor", considera.

La impresora situada junto al portátil de Gaitán sacaba en tinta el resultado de un encuentro perfecto entre materia y creador. Darle forma con palabras escritas a unos relatos tan personales emocionó tanto a los protagonistas como a los que luego acudieron a la lectura pública. Si la respuesta popular continúa, habrá segundas partes.

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