Crítica de Clásica

Entre lo íntimo y lo espiritual

orquesta filarmónica de málaga

Cuarto concierto de la tempotada de abono. Teatro Cervantes. Fecha: 30 de octubre. Programa:'Rückert Lieder' de G. Mahler y 'Sinfonía nº7 en Mi mayor' de A. Bruckner. Intérpretes: Orquesta Filarmónica de Málaga. Dirección: Manuel Hernández Silva. Solista: Zandra McMaster (mezzosoprano). Aforo: Tres cuartas partes de la entrada.

Propuesta enormemente atractiva y exigente de la OFM para su cuarto concierto de la temporada de abono; un programa de tintes postwagnerianos, que incluía las Rückert Lieder de Mahler, en su versión para mezzosoprano y orquesta, y la monumental Séptima de Bruckner. Como viene siendo habitual el año en curso, la OFM no defraudó.

Entre las Rückert Lieder se cuentan algunas de las canciones de mayor lirismo del compositor bohemio. Sin rastro de su estilo bullicioso y excesivo, el lenguaje austero, reducido a lo esencial, de esta partitura describe atmosferas intimistas y texturas de transparente sonoridad que la orquesta supo reproducir a la perfección. El hecho de que las Rückert Lieder no constituyan un ciclo en sentido estricto hace destacable el orden de ejecución, alterando incluso el anunciado en el programa. Se reservó como colofón Ich bin der Welt abhanden genommen, en lugar de la perturbadora Um Mitternacht -precisamente fue en estas dos últimas canciones, las de mayor dramatismo, en las que la mezzo Zandra McMaster alcanzó el cénit de su actuación-, propiciando un extraordinario final, en el que la angustia se desvanece para transformarse en la serena paz interior de los últimos compases.

Aparentemente sencillas, las sinfonías de Bruckner, en realidad, bordean el abismo. Mayor, pues, el mérito. Después de una introducción sublime, las cuerdas, y en especial los violines, alcanzaron durante el Allegro andante una luminosidad casi extática. Las connotaciones místicas se reprodujeron en el celeste final de un Adagio que muestra al creador no sólo de la más grandiosa, sino también de la más hermosa melodía. Y, en fin, unos metales muy acertados -sobresalientes con el leitmotiv del Scherzo- sustentaron la magnificencia de la cosmovisión bruckneriana.

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