Cultura

El invierno que no acaba

  • Se cumplen 80 años de la huida de la carretera de Almería, una catástrofe cuya discreta resonancia en el mundo de la cultura se corresponde con su silenciamiento histórico

Incluso la manera de denominarlo genera controversia. Hay quien prefiere evitar el término huida por un posible matiz político que convertiría a quienes huyeron en culpables; a otros, el término éxodo les parece aséptico y excesivamente correcto; algunos optan por no referirse a la desbandá dado que la expresión se popularizó durante el franquismo. De cualquier forma, el próximo 7 de febrero se cumplirán 80 años de una catástrofe única en la historia de Málaga, asociada a la caída de su resistencia a las fuerzas nacionales en la Guerra Civil, por la que 150.000 personas (las cantidades aquí, como veremos, no son precisamente pródigas en certezas) emprendieron la marcha a pie por la carretera de Almería entre bombardeos por tierra, mar y aire a manos del mismo ejército franquista y de los camisas negras italianos. A la huida le siguió una férrea cortina de silencio, dado que la consiguiente dictadura puso todo su empeño en velar la crueldad de una actuación militar inexplicable dirigida contra civiles; pero también el exilio republicano se negó a hacer estandarte de la barbarie ya que, como explicó el escritor y periodista Arthur Koestler, testigo de los acontecimientos, el Gobierno legítimo había dejado abandonada a su suerte una ciudad "en la que había demasiados anarquistas y comunistas, incluso para la República". En consecuencia, a pesar de sus trágicas dimensiones, el éxodo malagueño ha tenido una resonancia discreta en la creación cultural, incluida la más inclinada a revelar los más negros episodios de la Guerra Civil. Aunque tampoco han faltado excepciones.

Si bien los estudios históricos tampoco han prestado excesiva atención al episodio, en los últimos años han aparecido publicaciones que han arrojado una luz importante para esclarecer los hechos, con la suerte de que algunas son de factura malagueña: en 2015, el volumen 1937. Éxodo Málaga Almería. Nuevas fuentes de investigación (Editorial Aristipi), de los historiadores Andrés Fernández y Maribel Brenes, elevaba a 300.000 el número de refugiados que emprendieron el éxodo desde El Palo hasta Almería, en un tránsito al que se fueron incorporando personas de los diversos municipios de la costa. Y el año pasado, Ediciones del Genal lanzó la reedición de Yo estuve allí, colección de testimonios orales tomados de personas que vivieron la Guerra Civil en Málaga, incluidos varios que se jugaron la vida en la carretera, con la coordinación del historiador Fernando Arcas. Los títulos al respecto abundan y algunos mantienen su interés a pesar del paso del tiempo, como Población y Guerra Civil en Málaga: Caída, éxodo y refugio, de Encarnación Barranquero y Lucía Prieto, que publicó en 2007 la Diputación de Málaga. En márgenes más amplios, el dibujante valenciano Carlos Guijarro trasladó la tragedia a las viñetas en el cómic Paseo de los Canadienses, que publicó Edicions de Ponent en 2012. Entre la ficción y el tono documental, Ediciones del Genal publicó también el año pasado otra reedición, la de la novela de Luis Melero La Desbandá, que tras su primera aparición gozó de un abultado éxito (y que además conoció una secuela, Después de la Desbandá). Pero en cualquier trazado bibliográfico merecería un capítulo aparte el catálogo publicado por el Cedma de la exposición Málaga, 1937, que el artista Rogelio López Cuenca presentó en la Sala Alameda (actual Sala Cajamar) en 2007 y que reúne cantidad de valiosos testimonios gráficos, históricos y de prensa.

Alain Moreau defiende que Picasso incluyó en el 'Guernica' un boceto inspirado en la 'desbandá'

En cuanto al eco internacional, el silenciamiento es necesariamente mayor. Pero no absoluto. La evidencia de que ni los franquistas ni los republicanos que habían preferido el olvido del asunto se salieron del todo con la suya llegó con el dramaturgo alemán Bertolt Brecht, quien escribió desde su particular exilio en Finlandia Los fusiles de la señora Carrar, una pieza dramática breve que mandó enviar a España con la esperanza de que pudiera ser representada por las compañías afines a la República que celebraban funciones en el frente. Brecht tuvo noticias de la masacre y la incluyó como contexto esencial de la obra, que se estrenó en París el mismo 1937; sin embargo, el empeño de colaboración activa por parte del autor dio al traste y Los fusiles de la señora Carrar nunca ha sido representada en España (sí publicada, dentro del Teatro completo de Brecht, con traducción de Miguel Sáenz, que lanzó Cátedra en 2006). En cuanto a testigos directos, la editorial Pepitas de Calabaza rescató en 2012 Las heridas, rotundo testimonio del médico canadiense Norman Bethune, que siguió a las víctimas buena parte de los doscientos kilómetros recorridos durante la huida. También tuvo amplia divulgación El otro reino de la muerte de Gamel Woolsey (esposa de Gerald Brenan), publicado por primera vez en EEUU en 1939 y que no apareció en España hasta los 90, con el título Málaga en llamas. Pero quien más a fondo llegó a conocer la barbarie del éxodo fue el citado Arthur Koestler, el escritor que reveló la crudeza del gobierno de Stalin en la URSS con El cero y el infinito ya en 1941 y que dejó constancia de las atrocidades cometidas en Málaga en diversos textos y artículos memorialísticos que la editorial Página Indómita reunió el año pasado en el libro En busca de la utopía. Koestler, el único periodista internacional que permaneció en Málaga el 7 de febrero como corresponsal del diario inglés News Chronicle, fue capturado en la casa que el escocés Peter Chalmers-Mitchell tenía en La Caleta por el también periodista Luis Bolín, jefe de prensa de los sublevados. Precisamente, a partir del próximo 1 de febrero, el Archivo Histórico Provincial de Málaga exhibirá durante un mes el expediente de la detención de Koestler, así como el de Tomás Bolín, tío de Luis, que se negó a secundar el arresto del escritor húngaro y que por tanto terminó también en prisión. Arthur Koestler fue condenado a muerte pero en Sevilla fue intercambiado por la mujer del aviador Carlos de Haya, que mantenía presa el ejército republicano.

En cuanto a la atención de la cultura internacional al suceso, persiste la duda de las razones por las que Picasso optó por inmortalizar el bombardeo de Guernica, que tuvo lugar 77 días después del de Málaga. El crítico de arte Alain Moreau, que el próximo 7 de febrero pronunciará en el Real Círculo Artístico de Barcelona la conferencia Picasso, de Málaga a Guernica, recuerda que el artista realizó un boceto de una madre con un hijo muerto, fechado en marzo de 1937 y dedicado al poeta Paul Éluard; y que en el mayo siguiente Picasso repitió, con muy pocas variaciones, la misma composición en la serie de dibujos preparatorios para el Guernica. "Esto demuestra de parte de Picasso su profundo conocimiento e interés por los sufrimientos de sus compatriotas malagueños", concluye el experto. A pesar del silencio, aquel invierno dura todavía. En otros éxodos, bajo otras bombas.

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