Juan Claudio de Ramón | Diplomático y escritor

“El turista es un viajero privado de la emoción de descubrir”

  • El autor de ‘Roma desordenada’, uno de los títulos más destacados del año, estará este lunes en Málaga para celebrar el Día Internacional de las Bibliotecas, en un encuentro con el escritor Pedro Ramos

El escritor y diplomático Juan Claudio de Ramón (Madrid, 1982).

El escritor y diplomático Juan Claudio de Ramón (Madrid, 1982). / Elena Palacios

Rafael Alberti lo explicó de manera sencilla y a la vez tajante: “Si entras en Roma, ya no saldrás de Roma”. Ciudad eterna, capital del mundo, Roma contiene todas las historias y todas las posibilidades como centro de atención recurrente para viajeros, escritores y artistas. Precisamente, Roma es la protagonista de uno de los títulos más suculentos, divertidos y recomendables de la cosecha literaria del presente año: Roma desordenada (Siruela), un recorrido pormenorizado, hermoso y libre por sus calles y plazas, más o menos conocidas, a cargo del diplomático, escritor y articulista Juan Claudio de Ramón (Madrid, 1982), quien también se detiene a lo largo de su relato en templos, obras de arte, monumentos, emblemas gastronómicos, hitos históricos, visitantes ilustres y todos los elementos constituyentes de una grandeza que, tal y como advirtiera Hildeberto de Lavardin ya en la Edad Media, se muestra fragmentada al pie del caminante. Roma es siempre una opción preferente para cualquier viajero o turista que se precie, pero, de momento, Juan Claudio de Ramón protagoniza este lunes a las 19:00 el Día Internacional de las Bibliotecas en Málaga, con un encuentro en la Biblioteca Cánovas del Castillo (en el Centro Cultural MVA de la calle Ollerías) en el que, de la mano del escritor Pedro Ramos, desentrañará las claves de Roma desordenada.

El autor narra su exploración romana, múltiple y jugosa, a lo largo de más de setenta capítulos breves, en honor a ese carácter fragmentario de Roma. La estructura del libro no obedece a un criterio cronológico, sino a la disposición orgánica de los centros de interés, a modo de mímesis de la experiencia del viajero. Explica Juan Claudio de Ramón, en conversación con este periódico, que si bien todas las ciudades merecen una mirada caleidoscópica por parte de quien decide adentrarse en sus misterios, dada la confluencia de historias y acontecimientos, “esta conveniencia se hace mandato en Roma, ya que hablamos de un universo completo. Las historias que confluyen aquí son todas las historias del mundo. Cuando he querido escribir sobre cualquier aspecto relativo al arte, la política, la religión o la cultura, así como cuestiones del mundo contemporáneo como la inmigración o la multiculturalidad, he encontrado siempre en Roma el pie perfecto”. Recuerda De Ramón al respecto que en Roma “conviven, al menos, cuatro ciudades: la Roma de la Antigüedad, la del Renacimiento y el Barroco, la del Fascismo, que dejó una huella notable; y la de la periferia. Pero hay otras muchas: la Roma medieval, que Mussolini quiso dar por liquidada, afortunadamente sin éxito; la judía, la de la Dolce Vita que se dio en la posguerra, y tantas otras”. Así, “es absurdo, e imprudente, querer contarlo todo en orden cronológico. De manera que decidí hacerlo a través de pequeños capítulos salteados”.

Una imagen reciente de la Fontana de Trevi, vacía para su rehabilitación, en Roma. Una imagen reciente de la Fontana de Trevi, vacía para su rehabilitación, en Roma.

Una imagen reciente de la Fontana de Trevi, vacía para su rehabilitación, en Roma. / Álvaro Padilla / Efe (Roma)

Su labor diplomática en la Embajada española en Roma sirvió en bandeja a Juan Claudio de Ramón la posibilidad de escribir Roma desordenada desde la perspectiva necesaria del recién llegado: “Ya Walter Benjamin señaló que, si se tomaran los libros sobre ciudades escritos por sus habitantes por un lado, y los libros sobre ciudades escritos por forasteros por otros, los segundos constituirían una inmensa mayoría. Y esto obedece a la evidencia de que los habitantes de una ciudad no ven esa ciudad, que se oculta para ellos bajo el peso de su propia costumbre. Hace falta una mirada nueva, limpia, como la que traen los viajeros”. Eso sí, a la hora de escribir Roma desordenada, su autor ha evitado “tanto la mirada industrial del turista banal, la que sólo ve lo que han visto antes millones de personas; como la mirada propia del antiturismo snob, la de quien se niega a visitar lo que visita todo el mundo, la que va a Roma y rechaza ver el Panteón o el Coliseo sólo por exhalar cierta sofisticación. Yo quería contarlo todo, lo que conoce todo el mundo y lo que particularmente iba descubriendo”. Juan Claudio de Ramón adopta además una cierta estrategia narrativa basada, sobre todo, en la inclusión de personajes. Y el más importante de todos es su propia familia, a la que dedica el libro: “Hay autores de libros de viajes que viajan solos y no conciben hacerlo de otra manera. Yo viajo con mi mujer y mis hijos, así que es de justicia que aparezcan, porque la mirada que se despliega en los sucesivos capítulos es también la suya”.

"El turismo de masas es una consecuencia de la democracia. Combatirlo es volver a un mundo en el que sólo podían viajar los ricos"

Entre las muchas cuestiones que aborda el escritor en su obra se encuentra el turismo de masas, cuyos efectos negativos en Roma no niega, pero sí matiza. Preguntado al respecto, Juan Claudio de Ramón se define como “defensor del turismo de masas”. Y explica sus razones: “El turismo de masas es una consecuencia de la democracia y un signo de la misma. Combatirlo significa querer volver a un mundo en el que sólo podían viajar los ricos. Por otra parte, en aquel Grand Tour exclusivo de antaño no todo eran virtudes ni peregrinaciones para admirar el Moisés de Miguel Ángel: también había borracheras y conductas deplorables. Como mínimo, aquellos turistas ya perdían el tiempo de la misma manera miserable que el turista contemporáneo. Cualquier ciudad capaz de organizar su historia y su patrimonio de manera interesante atraerá los turistas, lo que sin duda genera beneficios: estas mismas ciudades, de entrada, se embellecen para recibir a los visitantes, y también los vecinos lo disfrutan. Sí es cierto que después hay algunas externalidades que hay que regular, pero hacer chanza del turismo y del turista, sin más, me parece ridículo”. Y añade: “El turista es un viajero privado de la emoción de descubrir. Pero, como viajero, tiene la posibilidad de ir a donde otros muchos han ido antes y encontrar algo nuevo. Lo único que necesita es una mirada educada”.        

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