Para la libertad

Para la libertad
Para la libertad

Entre los padres fundadores de la literatura estadounidense, la voz de Mark Twain representa la juventud de América de una manera tan luminosa, bienhumorada y crítica que convierte cualquiera de sus páginas, las principales como las volanderas, en una lúcida y conmovedora lección de vida. Abolicionista, partidario de la emancipación y defensor del sufragio femenino, cuando estas causas eran bravos posicionamientos y no reblandecidas obviedades, el autor de Missouri sorprende siempre por su ironía cálida, nada desdeñosa, y por su comprensión profunda de la naturaleza humana. No sabemos de dónde salen estos brevísimos y maravillosos Consejos para niñas pequeñas que ha publicado Sexto Piso, con traducción de Raquel Vicedo e ilustraciones -estupendas- de Vladimir Radunsky, pero sí que fueron escritos en 1865 y que tienen muy poco que ver con la moralina de nuevo cuño, predicada por una lamentable cuadrilla de pedagogos semialfabetizados que se empeñó primero en concebir libros o productos específicamente infantiles -hasta entonces los niños solían leer los libros de los mayores- y después en inocularles la pusilanimidad derivada de la corrección política.

Inmortal retratista de la inocencia primigenia, que nunca es del todo inocente pero a la que hay siempre que volver, Twain se dirige a las "niñas buenas" con el lenguaje de los adultos, aunque también se dirige a los adultos -innecesario añadir que de cualquier sexo- cuando habla a las niñas buenas. Sus Consejos ni siquiera llegan a decálogo, dado que se reducen a ocho desvergonzados párrafos en los que apela a las tretas arteras para defender -con cuánta gracia y delicadeza- la soberanía personal frente a la obediencia debida: "Si tu madre te pide que hagas algo, no está bien decirle que no. Es mejor y más conveniente darle a entender que harás lo que te ordena y, después, proceder con discreción según los dictados de tu sabio criterio". Pensad por vosotras mismas y no aceptéis ataduras de ninguna clase, parece decirles Twain a las niñas insumisas, que andando el tiempo, cuando sean unas mujercitas, aprenderán que la libertad hay que construirla -que no se hereda ni es concedida ni precisa de tutelas- y que la osadía, la irreverencia y la ternura son o pueden llegar a ser las mejores compañeras.

Mark Twain. Trad. Raquel Vicedo. Ilustraciones Vladimir Radunsky. Sexto Piso. Madrid, 2014. 28 páginas. 14 euros

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