Miguel Bosé regresa como un lobo a Stalite Occident
"Buenas noches, hacía mucho tiempo que no estaba en este escenario, lo dejamos en pausa hace ocho años", dijo el cantante
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Miguel Bosé volvió a Starlite Occident con paso firme y con calma. Ocho años después de su última visita, el artista madrileño se reencontró con el público marbellí en una noche que fue más celebración de reencuentro que concierto. Envuelto en su elegancia, con ese gesto entre místico y desafiante que ha cultivado durante tantas décadas, apareció con puntualidad, a las 22:00, vestido de blanco, con la misma teatralidad con la que se ha subido siempre los escenarios.
El repertorio funcionó como un viaje introspectivo por los grandes momentos de su discografía. Empezó con Mirarte y Duende, y bastaron los primeros acordes de ambos temas para encender la chispa de la nostalgia del público. Un público, aunque en su mayoría de su edad, de todas las edades. Entre los asistentes estaban personalidades públicas como Vanesa Martín, Carlos Latre o Elías Bendodo. Cada asistente respondía con un aplauso que parecía llevar años guardando.
Siguieron El hijo del Capitán Trueno y Nena, dos himnos generacionales que desataron el primer resoplido colectivo. Con Bambú y Este mundo va, Bosé cambió el paso hacia ritmos más vivos, jugueteando con la cadencia y los tempos de los temas. El público, entregado, viajaba entre el pasado y el presente, con la certeza de que en la voz de Bosé, aunque distinta, tenía mucho que ofrecer todavía.
"Buenas noches, hacía mucho tiempo que no estaba en este escenario, lo dejamos en pausa hace ocho años, se dice pronto, en este recorrido que tiene banda sonora va a pasar lo que tiene que pasar, se van a despertar muchos recuerdos y memorias, algunas buenas y otras menos", dijo.
En el bloque más íntimo del concierto, Sereno y Solo sí abrieron unos minutos en los que lo emocional se impuso a la eufora. El artista madrileño cantó algunos versos con los ojos cerrados, como si invocara un recuerdo o una plegaria, dejándose llevar por las melodías y las voces del público. Pero, en algún momento puntual, el silencio de los asistentes fue tan rotundo como el sonido: la cantera de Nagüeles se convirtió en un lugar íntimo y, al mismo tiempo, compartido por más de 3.400 personas.
Pero si algo ha definido siempre a Miguel Bosé es su capacidad para renacer dentro del mismo espectáculo. La melancolía dio paso a más intensidad con Hacer por hacer y Como un lobo, en versiones renovadas que mantuvieron la esencia pero con una producción más actual. La banda, con cinco músicos impecables, supo darle a cada arreglo la dosis exacta de contundencia y emoción. El escenario, con varias plantas, estaba medido al milímetro: luces que jugaban con diferentes tonos y un diseño que permitía que lo importante —la música y la figura del artista— destacase.
El final del set principal fue un carrusel de emociones. Morena mía arrancó gritos y algunos fieles supieron imitar la coreografía del cantante con sus bailarines. Amante bandido desató la locura y una ovación que se sintió como un rugido de estadio, seguida por Te amaré, Don Diablo y Partisano. La cantera, ya entregada, se convirtió en una pista de baile improvisada. Algunos coreaban con los ojos cerrados, otros lo grababan todo, como si quisieran capturar en vídeo un pedazo de juventud.
El bis no se hizo esperar: Por ti, esa balada de amor, llegó como un abrazo cálido después de la montaña rusa de emociones de casi dos horas y media. Bosé se despidió entre aplausos, reverencias y un "nos volveremos a ver", ya que esta era la primera cita del madrileño con Marbella y repite este jueves.
Durante dos horas largas, Miguel Bosé no solo repasó su repertorio: volvió a escribirlo con otra vuelta, la del tiempo vivido. Cantó dando ejemplo de lo mucho que ha aprendido a hacerlo desde la experiencia, no desde la necesidad de impresionar como en la juventud. Su voz, más grave y contenida, ha ganado en textura lo que ha perdido en otros aspectos, pero ahí reside precisamente su fuerza. La cantera de Starlite Occident fue, una vez más, testigo de un regreso con sabor a autenticidad. La autenticidad de Miguel Bosé.
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