El moderno Prometeo se reivindica
Pata Teatro estrena este fin de semana en el Cánovas 'Frankenstein, yo no soy un monstruo', una mirada a la obra de Shelley en clave familiar


Que la compañía malagueña Pata Teatro regrese a la producción para el público familiar invita a elevar el grado de expectación: su anterior propuesta abierta a pequeños espectadores, El árbol de mi vida (una aproximación al ciclo existencial tan ilustrativa como conmovedora), fue una de las obras triunfadoras en el Fetén de Gijón (la feria más importante de teatro infantil en España), resultó finalista en varias categorías de la pasada edición de los Premios del Teatro Andaluz y ha sido la única pieza malagueña seleccionada para la corriente edición del Fest, en Sevilla, dentro del ciclo Andalucía a Escena organizado con la participación de la SGAE. Sus órdagos navideños en el Teatro Echegaray se han convertido en todo un clásico: el último, con Cyrano, un verdadero as de su repertorio, cosechó ocho llenos seguidos; y semejante alcance ha obtenido ya su ciclo veraniego de clásicos del Siglo de Oro, fuera ya del marco estrictamente familiar (aunque no exento del mismo), en el patio del Instituto Gaona como sede estable y con el preclaro favor del público (también en gran parte, y en cualquier caso, juvenil y adolescente). La cuestión es que Pata Teatro, que atesora una trayectoria con dieciséis espectáculos producidos a lo largo de dos décadas, presenta el próximo fin de semana (el sábado 16 a las 18:30 y el domingo 17 a las 12:00) en el Teatro Cánovas su última propuesta familiar: Frankenstein, yo no soy un monstruo, aproximación libre a la novela de Mary Shelley, con la adaptación y dirección de Macarena Pérez Bravo y Josemi Rodríguez, con el mismo Rodríguez y Carlos Cuadros en escena y con la música de Jesús Durán. Todo apunta a que lo mejor será no perdérselo.
En diversas ocasiones ha defendido la compañía la naturaleza del teatro infantil como exenta de todos los atajos, convenciones facilonas y tonos blandengues que se le presuponen al género. Pata Teatro no hace excesivas distinciones a la hora de dirigir su trabajo al público, y aquí es donde precisamente su orientación familiar se hace grande. En cuanto a este Frankenstein, el objetivo de Pérez Bravo y Rodríguez era, de algún modo, reivindicar a la criatura, despojarla de su monstruosidad gratuita y acercarla a gente de todas las edades para, sin renunciar a su categoría filosófica, invitar al respetable a hacerse preguntas. Más que un engendro hecho de retazos, el Frankenstein de Pata Teatro es un ser creado que se aventura a recorrer el camino necesario hasta llegar a ser una persona, una premisa que habría hecho las delicias de los pensadores ilustrados, desde Voltaire a Rousseau. En declaraciones recogidas por Efe, Josemi Rodríguez señala que "el cine ha hecho un flaco favor a Frankenstein, convirtiéndolo en un ser muy tonto, con pocas capacidades, que no sabe casi ni hablar. Nosotros queríamos volver a retratar al personaje desde que es creado, con todo el viaje iniciático que va teniendo hasta convertirse en una persona y cómo no entiende todo el rechazo del que es objeto, por qué todo el mundo lo trata como un monstruo si él no se siente así". Con máscaras, marionetas y otras artes, el tierno Frankenstein escénico de Pata Teatro viene para quedarse. No será mal invitado.
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