Museo Picasso Málaga

Las vidas soñadas de Meret Oppenheim

  • Tras cancelar la exposición programada para el pasado otoño, el Museo Picasso dedica una muestra virtual a la artista suiza, uno de los secretos mejor guardados del surrealismo y exponente del mejor arte del siglo XX

La artista suiza Meret Oppenheim (1913-1985).

La artista suiza Meret Oppenheim (1913-1985). / MPM

Iba a ser la gran exposición del Museo Picasso Málaga para el pasado otoño: tras revisar, actualizar y sobre todo proyectar y divulgar la obra de mujeres artistas como Hilma af Klint y Louise Bourgeois, además de servir en bandeja el festín colectivo que entrañó Somos plenamente libres. Las mujeres artistas y el surrealismo en 2017, el siguiente episodio de esta mirada al arte del siglo XX en clave de género tenía el nombre de Meret Oppenheim (1913-1985), pintora, escultora y fotógrafa suiza que abrió puertas tan inusitadas como finalmente silenciadas al surrealismo en sus aspectos más formales. Oppenheim era la protagonista absoluta de la susodicha exposición, finalmente cancelada a cuenta de la epidemia del coronavirus muy a pesar del esfuerzo del Museo Picasso para su organización mano a mano con una ingente cantidad de prestadores internacionales. Confirmado el roto, los responsables del Picasso repararon en que todo el trabajo de documentación, catalogación e investigación desarrollado para la muestra, así como para las publicaciones previstas y las diversas actividades temporales apuntadas, merecía una oportunidad con tal de acercar al gran público la figura y la obra de una artista única, dueña de un lenguaje rompedor y ferozmente contemporáneo, pionera en muchos sentidos, a la que sin embargo la Historia del Arte ha reservado un lugar discreto fuera de su Suiza natal y de los círculos expertos. Dicho y hecho: tras la avanzadilla que significó el año pasado la exposición virtual Arlequín (consecuencia, también, de otro proyecto que no pudo llevarse a cabo, esta vez con la colaboración del Teatro del Soho), el Museo Picasso estrenó hace unos días en su página web la muestra digital Meret Oppenheim: reflejo de una época, una guía plena en contenidos biográficos y en elementos visuales que sirve de impagable carta de presentación de la artista. Dado que se trata de una propuesta realizada para Internet, se presenta sin fecha prevista de clausura (Arlequín sigue de hecho disponible en la misma web del Picasso) y con acceso libre y gratuito para los internautas. Si se trataba de reforzar el espectro digital del museo como aprovechamiento de la clausura y de las restricciones, puede decirse que Meret Oppenheim es un argumento aplastante. 

'El sufrimiento de Genoveva' (1939). 'El sufrimiento de Genoveva' (1939).

'El sufrimiento de Genoveva' (1939). / MPM

Nacida en Berlín, de padre alemán y madre suiza, Oppenheim se trasladó a París bien joven para formarse como artista. Conoció primero a Hans Arp y Alberto Giacometti, quienes la introdujeron en el círculo surrealista ya en 1932. Como era habitual en el padre del movimiento cuando de mujeres se trataba, André Breton ignoró las inquietudes artísticas de Oppenheim pero valoró muy positivamente sus cualidades como modelo. Fue Man Ray quien con más frecuencia la reclamó para que posara ante su cámara en su emblemática serie de desnudos mientras la artista facturaba obras como La oreja de Giacometti (1933) y Anatomía de una mujer muerta (1934), en las que ya mostraba una muy personal lectura la cuestión surrealista. Su Juego de desayuno de piel (1936, conservado actualmente en el MoMA) alcanzó cierta notoriedad, pero para entonces ya era demasiado tarde: cansada de las rígidas directrices del surrealismo, decidió dejar el grupo e instalarse en Suiza en 1937. 

'La ardilla' (1969). 'La ardilla' (1969).

'La ardilla' (1969). / MPM

Pero la libertad, como sucede a menudo, tenía un precio: aunque a finales de los años 30 realizó pinturas tan sobresalientes como Mujer de piedra (1938) y El sufrimiento de Genoveva (1939), en las que de alguna manera transpiraba su decepción respecto a sus años parisinos, Oppenheim afrontó en los años 40 una profunda crisis personal en la que sólo volvió a crear de forma esporádica, aunque espléndida, y de nuevo con el protagonismo esencial de la pintura. Ni su matrimonio con Wolfgang La Roche ni su traslado a Berna la ayudaron especialmente a superar sus angustias. Sólo su amistad con la artista argentina Leonor Fini la mantenía en contacto con el mundo del arte, si bien su determinación a no tener nada que ver con el mismo parecía absoluta. Finalmente, la razón por la que Oppenheim recuperó la labor creativa tenía el nombre de Pablo Picasso: la artista diseñó el vestuario de la primera producción suiza de la obra teatral del malagueño El deseo atrapado por la cola, estrenada en 1944 en París. Aquella jugada le permitió entrar en contacto con Arnold Rüdlinger y los demás artistas del círculo de la Kunsthalle, donde su trabajo no fue precisamente reconocido de primeras si bien, con los años, su visión del mundo fue ganando adeptos.

Durante los años 70, Oppenheim participó en los debates feministas con su rechazo a la idea de un 'arte de mujeres': para ella, el arte debía estar fuera de la distinción de género

A lo largo de los años 60, Oppenheim dejó a un lado la pintura y volvió a los hallazgos formales que con tanto éxito había cultivado en su Juego de desayuno de piel. Entre la instalación y la escultura, la artista recreaba espacios y elementos domésticos, útiles y enseres con una poética libre y plena, inclinada a la fascinación y el asombro sin desdeñar el juego ni cierta mirada trascendente en los objetos comunes. Su obra La ardilla (1969) causó sensación y permitió que la artista fuera cada vez más conocida hasta convertirse en una figura de una amplia influencia pública. Durante los años 70 protagonizó exposiciones de gran calado como la que le dedicó el Moderna Musset de Estocolmo mientras Oppenheim participaba de manera activa en los debates feministas de la época. Su postura, eso sí, no fue precisamente popular: la artista rechazaba categóricamente la idea de un arte de mujeres y se mostró siempre a favor de un arte alejado de la distinción de género, postura que no siempre fue bien acogida por el feminismo. La consagración definitiva de Oppenheim llegó en 1982 con el Gran Premio de la Ciudad de Berlín y su participación en la Documenta 7 de Kassel. Falleció tres años después, víctima de un ataque al corazón y en activo hasta su último día de vida. 

Con decidida voluntad pedagógica, el Museo Picasso revisa en su exposición virtual las diversas etapas biográficas y creativas de Meret Oppenheim en lo que resulta ser una verdadera historia alternativa del arte del siglo XX, desplegada desde una perspectiva única, libre y de generosa influencia.

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