Ubuntu, de la pizarra al escenario: mil niños malagueños participan en un musical en Torremolinos

Musical de 'Ubuntu y Acción' en Torremolinos en una edición pasada.
Musical de 'Ubuntu y Acción' en Torremolinos en una edición pasada. / M. H.

En el aula de música del colegio Clara Campoamor de Alhaurín de la Torre resuena algo más que la flauta dulce. Desde principio de curso, en quinto de Primaria se escuchan voces afinando, una coreografía ensayada y la ilusión de los niños no puede contenerse. Llevan nueve meses preparándose para la gran cita de música, del proyecto Ubuntu y Acción, una iniciativa nacional que ha convertido a la asignatura de Música en un billete hacia el Auditorio Municipal Príncipe de Asturias de Torremolinos. Al frente está Alejandro Burgos, profesor y veterano del proyecto en la provincia de Málaga.

"El musical de este año es una historia preciosa", cuenta Burgos en una entrevista con Málaga Hoy. La obra narra la aventura de dos niñas, Noah y Muriel, que, siguiendo los pasos de su abuelo —un cinéfilo empedernido premiado con una estatuilla—, emprenden un viaje a través de mundos imaginarios. Mundos que están descuidados por la falta de conciencia ecológica. En uno no hay mar, en otro no quedan animales, y en Happyland, el país de la supuesta felicidad, todos están tristes. A su lado, la hada Gea —personificación de la naturaleza— guía su odisea, mientras que el terrible Doctor Perversus intenta impedir su plan.

"Tenemos un lema que dice: 'Nadie demasiado pequeño para hacer grandes cosas', que está basado en la historia en la que se inspiró a los directores, Juan Manuel Alonso y Alberto Frías", explica Burgos. No es casual. Está inspirado en la vida de Jadav Payeng, el "hombre del bosque" indio que ha reforestado su isla plantando un árbol cada día desde su juventud. En el musical, es el único personaje real y aparece encarnado por el director de escena y libretista, Alberto Frías.

El proyecto se lleva a cabo en 188 centros de Andalucía, Madrid, Asturias y Castilla La Mancha. En Málaga, cerca de 1.000 niños de entre 9 y 14 años suben al escenario del Auditorio Municipal Príncipe de Asturias de Torremolinos en dos funciones —500 por la mañana y otros 500 por la tarde— el domingo 25 de mayo. Los estudiantes cantan y bailan frente a más de 1.500 espectadores. "Cuando se abre el telón y los niños ven a todo ese público, a veces, en mitad del silencio, se escucha a algunos decir un 'oh' que les sale del alma", relata el profesor.

El proceso que desemboca en la función final es colosal. Durante nueve meses, los colegios participantes —elegidos por convocatoria abierta, este año son 19 centros— ensayan en sus aulas. En el caso de Alejandro Burgos, sus 65 alumnos trabajan a fondo la voz, la entonación, la lectura musical y la expresión corporal. "Cada centro tiene asignada una de las cuatro voces del coro, nosotros este año hacemos la A2, así que durante todo el curso montamos las canciones con esa armonía, algunos números son a dos voces, otros a cuatro", detalla Burgos.

La implicación docente es igualmente exigente. A lo largo del año, los profesores acuden a formaciones intensivas en Cádiz, Sevilla y Málaga, donde reciben partituras, guiones, karaokes y coreografías de manos del director musical Enrique Iglesias Romero, también director de la Orquesta Carlos III de Madrid. La música es en directo en todas las funciones. La orquesta se va de gira para interpretar la banda sonora con todos los niños y niñas. Además de la orquesta, dos solistas también participan en el proyecto.

Todo es "absolutamente real y profesional". Luces, sonido, vestuario... Aunque este último es sencillo: vaqueros y camisetas negras. "Nosotros, el coro, añadimos elementos creados por los niños durante el curso", comparte el profesor. Por ejemplo, este año han creado parches con material reciclado, árboles de cartón para el número de Jadav y números de goma eva para representar los sectores del planeta Happyland. "Así unimos música, plástica y dramatización en una misma experiencia pedagógica", añade.

Y como si todo esto fuera poco, la obra se convierte en el currículo anual de la asignatura de Música: "Es la columna vertebral de todo el año. Trabajamos entonación, ritmo, expresión corporal, lectura musical, dramatización". Es tan completo que no hay espacio para más. Y los niños, lejos de agotarse, se "enganchan". Burgos confirma que cada curso hay alumnos que piden repetir, aunque se intente dar cabida a nuevos participantes siempre.

Desde su creación en Madrid, el proyecto Ubuntu ha ido ganando peso a nivel nacional. El boca a boca entre centros lo ha convertido en una suerte de tradición artística escolar. En total, más de 8.900 niños participan este año en la misma obra, con los mismos textos, la misma música, los mismos gestos. Un mosaico sonoro y emocional que une a miles de voces distintas bajo un mismo mensaje: cuidar la Tierra, creer en los sueños y dejarse llevar por el arte en todas sus formas.

"Yo llevo muchos años en el mundo del coro y la música, y sinceramente, es el proyecto más emocionante que he hecho nunca", reconoce Burgos, que además ejerce como coordinador provincial. Según indica, "normalmente" las familias piensan que van a un "concierto de fin de curso típico", una "fiesta de fin de curso", pero cuando se encuentran con un espectáculo profesional con 500 niños en escena, la percepción cambia: "La verdad es que suele ser bastante impresionante".

stats