No sólo acrobacias en el reino de la imaginación
El diario de Próspero
Las últimas ediciones de Circada en Sevilla y Cirkorama en Málaga confirman que el peso específico del circo en las artes escénicas es ya central para el futuro del sector en Andalucía
Hace unos días llegó a su fin en Sevilla la última edición del Festival de Circo Circada, que tras los aplazamientos impuestos por el coronavirus recuperaba su tradicional celebración en junio con un programa creciente, que incorporaba nuevos espacios hasta conformar un verdadero mapa circense de la ciudad (además de los teatros Lope de Vega, Central y Alameda hubo espectáculos al aire libre en los Jardines del Valle, el Prado de San Sebastián y Las Setas de la Encarnación) que reunía algunas de las propuestas nacionales e internacionales más interesantes del género. Estos días, y hasta el próximo 4 de julio, se celebra en Málaga la quinta edición de Cirkorama, el festival de artes circenses con una programación de igual calado que recibe a compañías de varios países y que, al estar diseñada y organizada por la Diputación provincial, se distribuye entre la capital (con plaza fuerte en el Centro Cultural María Victoria Atencia) y una quincena de municipios. Tanto en su apartado puramente artístico como en el formativo y el que tiene que ver con la proyección del circo en el tejido cultural, ambas convocatorias demuestran, de entrada, que el circo cuenta con el amplio favor del público, ya sea en su acepción familiar o adulta; más aún, hablamos de un género cada vez más demandado y con un crecimiento notable en términos creativos, desde una audacia, valentía y libertad que a menudo se echan de menos en el resto de disciplinas escénicas. Y esta circunstancia, tal y como revelan Circada en Sevilla y Cirkorama en Málaga, señalan que el paisaje escénico andaluz es tal vez el más estimulante en el contexto español, pero también el más necesitado y vulnerable, en lo que al circo se refiere. Afortunadamente, contamos ya con un estudio serio, pormenorizado y riguroso de esta cuestión: el mismo director de Circada, Gonzalo Andino, publicó recientemente en la colección del Centro de Investigación y Recursos de la Artes Escénicas de Andalucía (CIRAE) el volumen Bajo las estrellas. Historia del circo contemporáneo andaluz, que da buena cuenta del modo en que el circo se ha ganado por derecho propio un lugar destacado en la esfera más visible del teatro.
Porque esto va, ya saben, de hermanos ricos y hermanos pobres. Andalucía es un territorio especialmente pródigo en lo que a compañías de circo se refiere, con emblemas como Vaivén en Granada y Rolabola en Málaga: desde orientaciones y querencias distintas, ambas agrupaciones, reconocidas con el Premio Nacional de Circo, se han mostrado singularmente capaces de romper las costuras del viejo arte escénico para devolver el circo al territorio que le corresponde y que no es otro que el de la más viva imaginación, lo mismo en la calle que en los teatros o en los enclaves más variopintos. Frente a los consabidos productos circenses del mainstream, dirigidos al consumo voraz, las luminarias del circo andaluz han logrado crearse un público no desde la fascinación sensiblera y acrítica, sino desde la complicidad genuina que incorpora al espectador como agente medular de lo que sucede en escena. El humor, la acrobacia, el gesto, la aventura y el asombro convierten el escenario, o donde quiera que acontezca la función, en otra cosa: no un lugar de exposición, sino de inspiración mutua. En el trabajo de estas compañías, cualquier consideración respecto a cuartas paredes, distancias y percepciones carece de sentido. El circo, el mejor circo, logra hacer de la imaginación una experiencia compartida, y convendría subrayar el papel del circo andaluz en la más profunda renovación del género en el ámbito incluso europeo. Gonzalo Andino escribe sobre todas estas cosas, pero también de sus dificultades. Y es que si las artes escénicas están atravesadas por la paradoja, en el circo ésta es, si cabe, más aguda.
Cuenta Andino en sus páginas la historia de La Carpa de las Estrellas, un recinto levantado en el municipio de Pizarra por Málaga Escuela de Circo que en poco tiempo se convirtió en referente de la autogestión y de la puesta en marcha de programaciones artísticas en entornos rurales con una fabulosa acogida del público. Pero esta historia es, también, la de un caso de resistencia agónica: tras años de lucha, la Carpa lanzó el año pasado un SOS con una campaña de crowdfunding para alertar de su situación extrema. Finalmente, la Diputación de Málaga decidió respaldar el proyecto, que se dispone ahora a abrir una nueva etapa. Convendría abrir una reflexión, con todo esto, sobre el reconocimiento del circo entre las artes escénicas, lo que debería traducirse también en términos económicos e igualdad de oportunidades en lo relativo a programaciones y visibilidad de cara al público. Con Andalucía, de nuevo, como fenomenal campo de pruebas.
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