"Me ponía a llorar de ataques de pánico porque no era capaz de escribir"
Andrés Suárez. cantautor
El músico presentó ayer en Fnac Málaga su libro 'Más allá de mis canciones', en el que mezcla prosa y recuerdos
-¿Qué podemos encontrar en el libro que presenta?
-Es un libro que, a pesar de que esté de moda la poesía yo no soy poeta, no me quiero sumar al carro, únicamente con el lenguaje poético de memoria describo mis canciones, nada más. Es decir, yo soy contador de historias, escritor de canciones y lo que hice fue adentrarme un poco más en ellas y narrar la intrahistoria de 15 canciones: la historia de mis abuelos, qué recuerdo de niño, qué me decían y los rosales que dejó; Vi bailar flamenco, que es un verso en Cádiz amaneciendo en la Caleta, y ver bailar flamenco por primera vez; la lluvia en Sevilla en la Alameda, -me estoy dando cuenta mientras lo describo que le debo una canción a Málaga, tomo nota. No es más que contarle al lector, aquel que me siga o quiera sumarse, mi vida.
-¿Por eso ha escogido la prosa?
-No es lo mismo ser poeta que utilizar la prosa poética, que ni siquiera... A mí me parece una falta de humildad acojonante si yo me siento aquí, después de orar y conocer y abrazar a Téllez, a Ribal, conocer a Machado, a Neruda, a Wilde, ¡a poetas!, y me siento y te digo: hola, qué tal, soy un poeta. Me parece una falta de humildad acojonante. Un mínimo de respeto a los maestros, nada más. Leo toda la poesía que cae en mis manos, devoro posesía. Elvira Sastre participa, una poetisa muy joven que creo que tiene un arte escribiendo y un gran talento poético, que por supuesto sí se denomina poeta, pero no necesariamente un escritor de canciones es un poeta. Solo pienso en ti de Victor Manuel, que es una de las mejores canciones que he oído en toda mi vida, no es un poema. Sin embargo, como canción es tan fidedigna, tan real y tan perfecta que no tiene por qué tocar una cosa con la otra
-Ha mencionado a Víctor Manuel, que participa en el libro junto a otros artistas, ¿cómo han sido esas colaboraciones?
-La gran mayoría son maestros, referentes de la palabra, a la que admiro profundamente, y yo les pedí colaboración, ya que cuento quince historias. Yo creo que es un autoregalo de vida. Esto ya es tener mucho ego de más, porque pedirle a los maestros que estén en tu libro y que te digan que sí... Me faltó un gran amigo que es Joan Manuel Serrat, que estaba de viaje en Latinoamérica y bueno, no puedo ser. Que esté Víctor Manuel, Javier Ruibal, Jorge Sotegui, Nach, Elvira Sastre, Funambulista... muchísima gente, pues es un privilegio. Lo que yo pedí fue que estuvieran las ilustraciones de Marta Bellvehí, luego la canción, la letra, la historia, y para terminar una coda amiga, un resumen, cuatro líneas o dos páginas que describan con su voz, con su prosa qué es para ellos la canción. Con lo que me quedé acojonado y me encantó la experiencia fue que cada uno ve la canción de manera absolutamente distinta. Al final te da una lección increíble; la palabra supera a la lógica y el entendimiento humano, es decir, la canción es de quién la escucha, no de quién la escribe.
-¿Cómo ha sido el proceso de creación teniendo en cuenta las ilustraciones?
-Mi editor, Gonzalo Albert, al que cito porque es un coautor silente, es un tipo que se portó de maravilla conmigo, me enseñó mucho, sobre todo cuánto me falta para ser un buen escritor. Yo venía de esperar a las musas en un hotel o en un bar de Chueca, con los poetas y los borrachos malditos más geniales, creyendo que allí estaban las musas, y entonces apareció una canción con la resaca al día siguiente. Qué distinto es mimar el añejo oficio de escritor y levantarte a las cinco y media de la madrugada con un café para escribir 150 páginas, y hasta que no estén escritas no te levantas de ahí. Es acojonante ese ejercicio. Me ponía a llorar de ataques de ansiedad y de pánico porque no era capaz de escribir algo que mereciese la pena. Pues eso es lo que cuidó y me enseñó Gonzalo Albert que es el productor silente, mi editor. Entonces él me llevó a Marta Bellvehí. Yo no tenía ni pajolera idea de la ilustración de los libros, no conocía ilustradores. Cuando conocí la obra de Marta Bellvehí me volví loco, me impactó, me fascinó. Es muy colorida, muy luminosa, muy optimista, y partes de mi pasado son oscuras, de las cuales no reniego, pero aquella tapa de bares y de Madrid... Entonces en capítulos sumamente crudos, duros y poco luminosos ella aparece con una acuarela repleta de color. Es un contraste tan genial que a la gente le está gustando mucho, que vean una ilustración tan emotiva en mitad de tanta tristeza.
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