Crítica de Cine

La pubertad salvaje

El impresionante paisaje natural del oriente islandés, sus valles y montañas, sus lagos, sus acantilados y su costa, son testigos de una nueva historia de iniciación preadolescente entre dos jóvenes amigos de una pequeña localidad rural.

El debutante Gudmundsson los sigue de cerca con su cámara en su estación de juegos, travesuras y descubrimiento, en los que asoma, ya desde el primer momento (véase la escena de pesca brutal con la que arranca el filme), ese lado salvaje y violento aún no domesticado que no entiende de correcciones adultas ni de convenciones urbanas.

No cuenta nada nuevo pero tiene la gran virtud de la honestidad y la distancia justa

Atento siempre a los detalles y los cuerpos en transformación, placer y vergüenza, Gudmundsson se preocupa por capturar las acciones cotidianas y los rincones del deseo y la incertidumbre con cierta objetividad documental y un justo preciosismo, dejando que el drama o la escritura no se impongan sobre la atmósfera, la duda de los personajes y sus dinámicas erráticas en el espacio.

La homosexualidad latente entre los amigos surge y se construye de forma sutil, elegante y esquinada, en la observación de los detalles y en la complicidad de los gestos íntimos, en las miradas esquivas y los juegos, en el eco que esta pequeña historia de amor y autodescubrimiento hace resonar sobre el resto de los miembros, adolescentes y adultos, de la comunidad.

Heartstoneno cuenta nada especialmente original ni novedoso, pero tiene la gran virtud de la honestidad y la distancia justa en su equilibrio de violencia y delicadeza, de confusión y valentía, de ilusiones, deseos y frustraciones, en un entorno apabullante que funciona como un personaje más de la historia.

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