Rocío Márquez | Cantaora

“La idea de que mis pensamientos no son míos me inspira mucha libertad”

  • La artista, referente clave del flamenco, hace un alto en la grabación de su nuevo disco para ofrecer este miércoles un concierto en el Auditorio Felipe VI de Estepona de marcado vuelo poético

La cantaora Rocío Márquez (Huelva, 1985), en una imagen reciente.

La cantaora Rocío Márquez (Huelva, 1985), en una imagen reciente. / Nico Rodríguez / Efe

Hablar de Rocío Márquez (Huelva, 1985) como referente del nuevo flamenco o del flamenco contemporáneo sería redundar en lo esencial: la artífice de discos como Firmamento y Visto en El Jueves, además de numerosos proyectos de la mano de Fahmi Alqhai, Jorge Drexler, Niño de Elche, Rosa Torres Pardo o Christina Rosenvinge, sólo por citar a algunos aliados, es todo un emblema del flamenco, sin más apellidos, y uno de los principales baluartes internacionales del género. En plena grabación de su nuevo disco, que verá la luz en la primavera de 2022, la cantaora llega este miércoles a las 19:00 al Auditorio Felipe VI de Estepona para actuar en el marco del anuncio del fallo del primer Premio Internacional de Poesía de Estepona, una velada de vuelo literario en la que intervendrá el poeta Alejandro Simón Partal.

-¿Que la poesía pida flamenco para hacerse notar es una señal de nueva normalidad?

-Me interesa mucho todo lo que tiene que ver con la palabra en el mundo del flamenco, desde la poesía tradicional a la más culta pasando por la contemporánea. Ciertas tendencias en la poesía trabajan en la desarticulación de la palabra, y eso ofrece al cante cauces muy interesantes que de hecho ya hemos explorado en varias ocasiones. Y me interesa porque todo lo que tenga que ver con la unión de la palabra y el cante abre vías de colaboración para los que escriben y para los que cantan. Para nuestro concierto en  Estepona llevaremos buena parte del repertorio de Visto en El Jueves pero también brindaremos ocasiones distintas a la poesía, de manera más espontánea, junto a Alejandro Simón Partal. Tenemos muchas ganas.

-¿La idea de que el flamenco puede decir cualquier cosa está ya aceptada en todas partes, o queda trabajo por hacer?

-Como en todo, depende del contexto. En este mundo existen sensibilidades muy distintas y no creo que pueda darse una sola respuesta a esta pregunta. Lo que sí es cierto es que las letras populares y antiguas que se siguen cantando hoy han pasado el filtro más exigente, que es el del tiempo. Si una letra sigue emocionando y gustando un siglo o un siglo y medio después de la primera vez es porque mucha gente se reconoce en lo que dice todavía. Ahora bien, para mí una improvisación de Toronjo tiene la misma fuerza. Y, cuando canto en un escenario, siento igual una letra tradicional que un poema de Isabel Escudero. Ahí no establezco jerarquías: cada verso que canto tiene un sentido, cumple su función, y creo que si podemos combinar todo esto es porque tenemos a nuestra disposición una riqueza enorme, maravillosa. Yo canto con la misma convicción a Christina Rosenvinge, a María Salgado y a Santa Teresa. Lo disfruto igual.

-En el flamenco tradicional era el repertorio que tejía o directamente inventaba el cantaor lo que hacía de cada actuación una ocasión única. ¿Dónde está hoy la singularidad de cada concierto?

-Hay muchos elementos, muchos colores que entran en juego para que cada actuación sea distinta y no se parezca a ninguna otra. Me gusta buscar esos matices sobre todo cuando canto únicamente con la guitarra, como haré en Estepona, junto a Canito. De hecho, Canito tiene un estilo muy, muy personal. No se limita a acompañar, sino que va creando constantemente, de manera que si me diera por callarme todo seguiría teniendo sentido. Con Canito se da todo de manera especial porque nuestros estilos se complementan muy bien, así que cada vez que actuamos es única, mágica. Pero también el repertorio influye en esa singularidad. Me gusta jugar al despiste, sobre todo cuando no hay programas cerrados y me siento con más libertad.

-¿Han influido la pandemia y todas las dificultades añadidas en esa distinción?

-Sí, los conciertos se viven con mucha emoción. Se sienten con fuerza las ganas que tenemos todos, tanto los artistas como el público. Se da un feedback precioso, muy especial. A pesar de la reducción de los aforos y de las incomodidades hay mucha ilusión puesta.

-La pandemia llegó tras un paréntesis que abrió usted en su carrera por un difícil momento personal. ¿Qué ha aprendido de todo esto? ¿Ha sacado provecho?

-Sí, he sacado aprendizajes muy valiosos en el cante y en la vida, porque lo uno es la extensión de lo otro. Hemos vivido situaciones tan inciertas, de alguna forma tan locas, que todo se ha dado un poco la vuelta: antes vivía volcada hacia fuera y ahora lo hago más hacia adentro, de manera más meditada y con más calma. La idea de que mis pensamientos no son míos me inspira mucha libertad. Ahora siento que puedo hacer lo que quiera, con la mayor certeza. Pero supongo que tenía que ponerme del revés de esta forma para terminar de convencerme.

"Este año se ha puesto sobre la mesa el papel de la cultura en España respecto a otros países. Y eso merece una reflexión”

-¿A qué le tiene miedo?

-A dejar de sentir ilusión cuando canto. A subir a un escenario y no sentir nada. Eso me aterra. Sé de lo que hablo, en un momento dado pasé justamente por esto y fue la peor experiencia posible. Eso sí, ahora sé cómo empezar de nuevo.

-Y, por el contrario, ¿qué despierta en usted más ilusión?

-La convicción de que tengo mucha más confianza puesta en la vida, incluso cuando todo se ha puesto boca abajo. Tengo mucha confianza hacia lo que va a venir. Lo espero con ganas.

-Eso significa que ha llegado el momento de preguntarle por su nuevo disco.

-Este disco es hijo de la pandemia. Y lo digo porque será un disco largo, con dieciocho temas que ya hemos maquetado al completo. Eso sí, lo estamos haciendo despacio, con gusto, dándole su tiempo. Hemos empezado a entrar al estudio ahora, pero la idea es no publicarlo hasta la primavera del año que viene. Musicalmente, te diría que siento cierto vértigo: este disco se sitúa en los límites de la experiencia que he vivido hasta ahora en el flamenco. Afortunadamente, tengo un equipo maravilloso que me da todas las garantías. Estamos empezando a ver también cómo lo llevaremos a escena una vez que lo lancemos, porque no será fácil. Antes presentaré en Francia el proyecto en el que he trabajado con el Ensemble Aedes, un conjunto polifónico que interpreta lo mismo a Monteverdi que a compositores contemporáneos. Es un reto muy complicado: a veces tengo que cantar sólo a medio tono de distancia de las otras voces, hay que afinar muchísimo. Pero me encanta meterme en estos líos.

-¿Cómo se retroalimentan en su caso los proyectos discográficos con los, digamos, escénicos?

-De manera inconsciente. No suelo escuchar mis discos porque no me gusta escucharme, pero cuando lo hago descubro a veces que he metido en la grabación pequeños detalles que hice antes en un concierto sin darme cuenta. Hay una contaminación ahí que me parece muy bonita porque no la controlo. Aunque esa contaminación está en la esencia misma del flamenco.

-Volvamos a la pandemia. ¿Ha echado de menos más protección para los músicos?

-En este último año se ha puesto sobre la mesa qué papel tiene la cultura en España respecto a otros países. Y ese papel merece, cuanto menos, una reflexión.

-Respecto al flamenco, ¿no hay una alerta excesiva por su protección mientras el género parece estar más vivo que nunca?

-Esa paradoja viene de antiguo. Piensa que Lorca y Falla convocaron el Concurso de Cante Jondo en Granada en 1922 porque el año anterior habían coincidido en la Semana Santa de Sevilla y se alarmaron al no escuchar ninguna saeta de verdad, según su criterio. Ese discurso está institucionalizado desde entonces. Y es que, en el fondo, cualquier discurso que queramos hacer ya se ha hecho.

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