Una rubia peligrosa y con mucha clase


Ya decía Rod Stewart que Blondes have more fun (Las rubias son más divertidas), y a los maestros hay que escucharles. La irlandesa Róisín Murphy sólo fue la rubia de Moloko hasta que decidió volar sola. Fue una gran decisión. Esta dublinesa es una diva del pop por derecho propio, tal y como demostró anoche en el Teatro Cervantes con un concierto soberbio.
Divertido, variado y casi perfecto es el planteamiento de Murphy sobre el escenario. Elegante y moderna, esta mujer se sabe deseada, pero ella se conoce mejor y está segura de su talento. Su voz es preciosa, con muchos y muy personales registros -siempre cercana al soul y muy disco-, pero es que además tiene canciones. El arranque, con el público ganado, fue con lo mejor de su segundo disco, Overpowered, todo un jitazo.
Una primera mitad arrolladora, con el público de pie imaginando que estaba en una discoteca -bailar sentados no es bailar, ¿no?-, dio paso a un repaso a "old songs", según dijo ella. Ahí había miga, con un repaso sutil a parte del repertorio de Moloko -sin electrónica, con dejes acústicos, reivindicando unos temas que eran más grandes de lo que sabíamos-.
Tras un breve parón, Murphy montó la fiesta definitiva. Y las canciones funcionaban, una tras otra. Y la banda fue un mecanismo de relojería -vale, tampoco era tan difícil-.
Murphy no va de experimental y rara, lo suyo no es el rollo Björk ni juega a seguir a la Gibbons de Portishead, pero anoche dejó claro que es una marciana -todo un animal del escenario- y que no juega en la liga chunga del chunda chunda. La rubia de Moloko es Róisín Murphy y lo suyo está muy bien.
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