Es sólo rock (o pop), pero me gusta
Serenatas de la Luna Joven. Auditorio Municipal. Fecha: 24 de julio. Músicos: Eva Amaral (voz, guitarra, percusión), Juan Aguirre (guitarra), Octavio Vinck (guitarra), Iván González (bajo), Enrique Mavilla (teclados), Coki Jiménez (batería), Zulaima Boheto (violonchelo y voz). Aforo: Lleno.
No sé por qué a menudo me preguntan por qué me gusta Amaral. Bueno, no siempre voy a escuchar a Schubert. Amaral es un grupo de canciones, no de posturas, intenciones ni de mensajes, lo que hoy es una verdadera rareza. Y un puñado de esas canciones son realmente buenas, su construcción es inteligente y delatan un conocimiento solvente del lenguaje musical, además de imaginación y libertad. En otro orden, Amaral entronca con una tradición del pop español que viene desde los 60, con mentores como Los Pekenikes y Los Ángeles, a la que homenajea sin tapujos y sin complejos (su canción Días de verano es canónica en este sentido), lo que me parece, cuanto menos, digno de respeto. Pero, por si fuera poco, el concierto que ofreció la banda el viernes en Málaga fue verdaderamente notable, muy bueno, por razones diversas que intentaré enumerar a continuación.
En principio merece la pena alabar los envoltorios: tras el correr del enorme telón la escenografía parecía peligrosamente aparatosa, pero pronto se reveló eficaz, con unos juegos de luces equilibrados y unos montajes bien integrados en los temas. La calidad del sonido fue proverbial, digna de la más puntera banda de rock internacional, generosa en los graves (otra rareza: éstos apenas parecen existir hoy para la mayoría de los técnicos de las mesas de mezclas) y en los agudos (la sonorización del violonchelo llegó a ser exquisita en El universo sobre mí y Salta). Tras el aviso al son de All tomorrow's parties de The Velvet Underground, el septeto descargó del tirón buena parte de las balas de las que uno esperaría una dosificación más comedida: Kamikaze, Tarde de domingo rara, El universo sobre mí y Toda la nocheen la calle sonaron hiladas como poderosa carta de presentación. Así, sin guardarse nada para luego. Suficiente para contrastar la valía de los músicos, soberbios, desde el malagueño Coki Jiménez a la batería (solvente, lo justo de vistoso pero muy creativo) hasta la adorable Zulaima Boheto al citado violonchelo y la voz. Juan Aguirre jugó como siempre a pasárselo bien y ganó la partida, aunque la noche se la llevó Eva Amaral: no sólo no escatimó ni una sola de las notas registradas en los álbumes, sino que regaló más, muchas más, tanto que no las tenía todas conmigo para apostar por que llegaría entera al final. Y vaya si lo hizo.
El repertorio resultó un homenaje al rock desde la mejor postura pop que adopta Amaral, sin agachar la cabeza. Sonaron decididamente épicas La puerta del infierno y sobre todo No sé qué hacer con mi vida, rotunda, muy desatada, que sirvió de primer punto antes de los bises y en la que Eva Amaral se lo pasó en grande con un sintetizador de frecuencias. El programa mezcló con acierto las novedades de Gato Negro / Dragón Rojo (sobresalientes El blues de la generación perdida y Esta noche, interpretada en solitario por Eva Amaral con su guitarra) y trabajos anteriores. Aguirre calentaba los temas con largas introducciones, y resultaba divertido advertir las recreaciones de sus clásicos favoritos que introducía en ellas, como Venus in furs de The Velvet Underground antes de Marta, Sebas, Guille y los demás y Celluloid heroes de The Kinks antes de Resurrección. Eché de menos En el río, pero Perdóname compensó las emociones. El público respondió como un coro descomunal a cada envite de la banda, y a cambio recibió el homenaje final con Sin ti no soy nada. Rock, pop. Me gusta.
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