"El teatro no ha cambiado tanto desde los griegos, sólo los focos"

El autor traerá a Málaga 'En el oscuro corazón del bosque', con el que da "un giro inevitable" hacia la melancolía, "porque no escribes igual con 30 años que con 60"

"El teatro no ha cambiado tanto desde los griegos, sólo los focos"
"El teatro no ha cambiado tanto desde los griegos, sólo los focos"
Braulio Ortiz

23 de septiembre 2009 - 05:00

El reconocimiento que le llegó de la mano de Bajarse al moro y La estanquera de Vallecas no ha cesado, y, desde entonces, José Luis Alonso de Santos se mantiene como uno de los nombres indiscutibles del panorama teatral. Un año después de La cena de los generales, este autor cuyos manuales de escritura dramática son estudiados en centros docentes de medio mundo regresa con En el oscuro corazón del bosque, estrenada el pasado fin de semana en Sevilla y que llegará a Málaga el 23 y 24 de octubre y en la que se aleja del realismo y se inspira en el pensamiento crepuscular de Marco Aurelio.

-Tras una trayectoria tan extensa como la suya, ¿sigue sufriendo la incertidumbre ante un estreno?

-Sí, porque nada te garantiza la calidad. Si uno lee las obras de Lope de Vega, la verdad es que tiene una docena de piezas geniales, 15 ó 20 que están bien, pero las otras 300 que se conservan son malas. Conseguir hacer algo bueno no significa que lo siguiente vaya a serlo también. Benavente escribió Los intereses creados, que es un gran texto, antes de una segunda parte, La ciudad alegre y confiada, que es pésima. Está garantizada la profesionalidad, cierto acabado, pero nada te asegura un buen resultado. Cada proyecto es un misterio, cada obra es un examen de calidad.

-En el oscuro corazón del bosque supone un giro en su dramaturgia, con su apuesta por la emoción...

-A lo largo de la vida uno va pasando por diferentes etapas, y eso se nota en la escritura. No escribes igual cuando tienes 30 años que cuando tienes 60. Hay temas que tienen mucho que ver con la energía y con el empuje de la juventud, y otros que tienen que ver con la reflexión, con la melancolía. Es un giro inevitable.

-Hay algo en lo que sigue fiel a sí mismo, y es en su interés por los personajes.

-La gente que me estudia, que me sigue, señala algunas constantes en mi teatro, como son el sentido del humor, el conflicto, la compasión por las víctimas, ya sea en la Guerra Civil o en una casa que se está destruyendo. Las respuestas de los seres humanos a circunstancias dramáticas.

-Desde que empezó en los años 60, usted ha sido un testigo privilegiado de la escena española. ¿Ha cambiado mucho desde sus comienzos?

-El teatro es un arte conservador, en el buen sentido del término. Hay elementos que nacen con la tragedia griega y que permanecen todavía. Sigue consistiendo en seres humanos sobre un espacio que cuentan historias a otros seres humanos, que hablan de sus dificultades de la vida. No hemos cambiado apenas desde los griegos, sólo que antes se utilizaban antorchas y ahora focos.

-La disparidad de los autores a los que ha adaptado, desde Calderón a Muñoz Seca, demuestra que le interesan registros muy distintos.

-Yo hago de todo. A mí el teatro me divierte en todos los géneros y todos los estilos. He hecho autos sacramentales o he dirigido la Compañía Nacional de Teatro Clásico, pero igual me divierte un sainete, un entremés o el teatro cómico si es bueno. Hay gente que dice: Oh, es una obra que sólo pretende hacer reír. Pero si hace reír ya consigue mucho, la risa es una respuesta filosófica a nuestras limitaciones. No siempre tenemos que ver Hamlet.

-¿Usted, con una obra en la que está tan presente el humor, ha sentido esos prejuicios?

-Sí veo un eterno rechazo hacia lo que disfruta la masa, una minoría que se aparta de lo popular porque ellos son, digamos, los elegidos. Pero el teatro es un acto comunicativo para la gente normal, no se hizo para que los artistas hablaran a otros artistas.

-¿Qué recuerdo guarda de su etapa como director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico?

-El patrimonio que tenemos es impresionante, y el contacto con él fue muy enriquecedor. Cultivar y mantener la tradición es una obligación de los seres sensatos. Quemar los museos, o las catedrales, es un despropósito. Hay que cuidar los legados que nos ha otorgado el pasado. Y no tuve problemas con los dirigentes políticos, nunca nadie me impuso la más mínima limitación ideológica.

-¿Nunca ha tenido problemas con la censura?

-No, y le pondré un ejemplo. Cuando vino el Papa a Valencia me encargaron un trabajo, tuve una reunión con los representantes de los cardenales y les expliqué que yo no era creyente. Me dijeron con total normalidad que a mí me contrataban como experto en Calderón y no como creyente.

-De las 30 obras que ha estrenado, ¿cuáles son sus favoritas, las que rememora con mayor cariño?

-Hay media docena de ellas que me han ayudado en momentos determinados, sobre todo al principio. Cuando quieres ser conocido te encuentras con un muro. Siempre vienen los autores jóvenes a preguntarme qué hacen para saltar ese muro. Pero es complicado, porque ese salto significa que la sociedad acepte lo que escribes. Tú puedes aprender mucho, tener mucha vocación, pero la selección dependerá de la sociedad. No hay duda de que hay tres títulos que hicieron que yo saltara ese muro: El álbum familiar, que se está poniendo en teatros nacionales de España y de medio mundo, Bajarse al moro y La estanquera de Vallecas. A partir de ahí, estoy en los libros de texto y me empiezan a estudiar en los institutos.

stats