"El cine me lo tomo como un trabajo y lo normal es hacerlo todos los días"

Hay una pieza de ocho minutos en el CAC donde se puede ver el crudo despiece de unas vacas en el matadero. Cómo las degollan, cómo las trocean. Está firmada por el mismo Isaki Lacuesta que ayer estrenó La noche que no acaba en la sección oficial, fuera de concurso. El mismo al que rechazaron en Málaga cuando presentó La leyenda del tiempo hace años. El que ha ido a Mali a grabar con Barceló o que presenta videocreaciones como Las variaciones Marker. El mismo, también, que recibió anoche el premio Eloy de la Iglesia.

-¿Le es difícil estarse quieto?

-Sí, es complicado. Esto en realidad siempre había sido así, antes los directores de cine hacían una o dos películas al año. Yo lo que intento es tener proyectos de distinto tiempo de cocción. Unas más urgentes y con menos medios, otras más lentas... Me gusta hacer cine, me lo tomo como un trabajo y lo normal en la gente es ir a trabajar cada día. Si entras en la dinámica industrial de rodar una vez cada cuatro o cinco años... es algo que paraliza mucho. Y además cuando llegas a rodar todo cobra una trascendencia tal, se convierte en algo tan importante que lo tienes que hacer mal por cojones. Las películas no son a vida o muerte.

-¿Qué hace un director como usted en un festival como este?

-Cuando me llamaron me resulto raro. Muy extraño. Pensé que lo hacían para ser jurado o participar en un acto. Pero yo creo que está bien lo de romper tópicos y prejuicios. Todo es muy móvil y cambiante. En la medida en que se acerquen mis pelis a gente que no las había visto, es algo muy positivo.

-Entonces, feliz por el premio.

-Sí, claro. Conozco bien el festival porque he venido muchas veces: de jurado de la sección documental, a presentar libros, a proyectar cosas muy raras en una sección paralela que se hacía en la universidad... Y que sea el premio Eloy de la Iglesia me parece muy bonito, porque mi primer productor Paco Poch, que produjo Cravan vs Cravan y La leyenda del tiempo, lo primero que hizo es producir Navajeros. Cuando empezábamos a trabajar siempre teníamos en la oficina un gran cartel de la película.

-¿Qué hay en La noche que no acaba?

-Es una película muy de montaje, en la que partimos de la mezcla de imágenes de la propia Ava, que dialoga consigo misma de mayor y de joven. Es una película que también de habla del paso del tiempo, porque en el fondo esa generación es la primera que ha envejecido frente a las cámaras. La idea era contar la vida de Ava Gardner, la actriz y la persona; pero también a la vez cómo cambia la España a la que ella vive, cómo cambia el cine...

-Para retratarla se olvida de caras conocidas, ¿por qué?

-Un actor de Hollywood compañero de Ava tiene ya su discurso hecho. Y sí que interesaba la voz del figurante, del director de foto, del camarero del bar... En el fondo tiene mucho que ver con la propia Ava, que se sentía más cercana al pianista Paco Miranda con el que se iba a bailar y tocar el piano al acabar el rodaje que a Charlton Heston, con el que se llevaba fatal. Cuando aparece Lucía Bosé no lo hace como actriz importante en el cine europeo, sino como amiga de Ava con la que hacía tortillas a la hora de cenar.

-¿Cómo van sus proyectos con Barceló?

-La película de ficción, Los pasos dobles, ya está terminada. El documental, Cuadernos de barro, empezó la fase de postproducción la semana pasada. Y bueno, estoy ya trabajando con varios guiones de películas de ficción. Son los proyectos que tenía, los que me apetece hacer. Aunque quiero seguir con los dos lados: ficción y documental.

-¿Cómo ha visto evolucionar el documental en su trayectoria?

-Cuando yo empecé a estudiar documental, los que escribíamos no teníamos ni idea de nada, no sabíamos quien era Wiseman ni Rouge. Ahora, sí que lo saben. Lo cual me hace pensar que la gente que vaya haciendo documentales los hará cada vez mejores.