Artes escénicas

La 'Toná' milenaria de La Phármaco

  • La compañía de la coreógrafa y bailarina Luz Arcas presenta su obra este sábado en el Conjunto de los Dólmenes de Antequera, dentro del festival MengaStones

Luz Arcas, en una representación de 'Toná', de La Phármaco.

Luz Arcas, en una representación de 'Toná', de La Phármaco. / Virginia Rota

Las expectativas que despertaba el estreno absoluto de Toná el pasado mes de noviembre en el Teatro de la Abadía, dentro del Festival de Otoño de Madrid, eran tan elevadas como imprevisibles respecto a la recepción del público. La coreógrafa y bailarina malagueña Luz Arcas servía en bandeja un espectáculo distinto, una aproximación al sentido del duelo en su acepción más antropológica, folclórica y poética con el verdial como principal cauce de expresión artística. La reacción que pudiera manifestar el respetable madrileño constituía, ciertamente, un enigma. Pero la resolución fue la mejor posible: los espectadores llenaron todas las funciones y se abrazaron a la Toná con tal entusiasmo que la obra fue repuesta en el mismo escenario el siguiente enero, como se decía antaño, por aclamación popular. Desde entonces, con el mismo Festival de Otoño como entidad participante en la producción, el montaje ha prolongado una gira bien cargada de fechas y de aplausos que, dada la incertidumbre sanitaria, superó las expectativas de la compañía: "Hemos tenido más trabajo del que barajábamos con esta obra", admite preguntada al respecto Luz Arcas, quien da buena cuenta, eso sí, de su particular satisfacción "por todo lo que esta obra ha tenido de punto de inflexión, de puerta abierta hacia otras cosas en el momento en que más lo necesitábamos". El público malagueño podrá resarcirse a gusto el próximo 19 de octubre en el Teatro Cervantes, donde La Phármaco representará su Toná dentro del Festival de Danza de Málaga. Pero antes, este sábado, 28 de agosto, Arcas protagonizará una función muy especial en un entorno especialmente acorde a la propuesta: el Conjunto de los Dólmenes de Antequera, con una actuación programada en el Festival MengaStones (organizado con motivo del quinto aniversario de la declaración del entorno como Patrimonio de la Humanidad). La entrada es libre hasta la ocupación completa del aforo y promete a los presentes una experiencia de alto voltaje.

La obra se representará el 19 de octubre en el Teatro Cervantes, dentro del Festival de Danza de Málaga

La representación de Toná en Antequera llega poco días después de la que tuvo lugar hace unos días en el gaditano teatro romano de Baelo Claudia, dentro del Festival Anfitrión, lo que permite encadenar un revelador tramo de funciones en enclaves históricos y monumentales. La naturaleza funeral del sitio neolítico antequerano permite, no obstante, multiplicar los sentidos y significados de la propuesta en una remontada de cuatro mil años. Luz Arcas comenzó a idear Toná a finales de 2019, tras el exitoso estreno de La domesticación (primera entrega de la trilogía Bekristen / Cristianos; la segunda, Somos la guerra, tendrá su estreno absoluto a finales del próximo octubre, también en Madrid) en los Teatros del Canal. Entonces, comenzó a acompañar a un familiar enfermo en un estricto régimen de visitas hospitalarias, "lo que me tuvo en contacto permanente con personas que se enfrentaban a diario a la muerte. Venía de Madrid a Málaga dos veces por semana y en el tren no dejaba de leer una y otra vez Pedro Páramo, de Juan Rulfo, con aquel viaje al centro de la muerte y de los muertos", tal y como explicó en su momento la propia artista. Poco antes, Arcas había desarrollado en el Centro Pompidou Málaga La carne, la caída, un espectáculo nacido como resultado de un laboratorio creativo compartido con la fotógrafa Virginia Rota y la violinista y compositora Luz Prado. Rota, colaboradora de La Phármaco desde los inicios de la compañía, trabajaba entonces en su exposición La pena negra, una mirada documental y testimonial al luto como costumbre social vigente entre buena parte de la sociedad española; Prado, por su parte, mantenía un especial interés por la estética musical de los verdiales vernáculos como campo de experimentación esencial. Las tres sensibilidades confluyeron y Luz Arcas aprovechó tal energía común para alumbrar Toná, un espectáculo que, tras la profunda aventura escénica que supuso La domesticación para La Phármaco, recuperaba el registro del solo: acompañada en escena por Luz Prado y la cantaora Lola Dolores, mecida por los audiovisuales de Virginia Rota y la iluminación de Jorge Colomer, la malagueña baila en solitario un formidable ritual directo a la raíz del dolor y su formulación social y popular.

El Dolmen de Menga, en Antequera, iluminado para el Festival MengaStones. El Dolmen de Menga, en Antequera, iluminado para el Festival MengaStones.

El Dolmen de Menga, en Antequera, iluminado para el Festival MengaStones. / M. H.

Y es que Toná, para la que Arcas vuelve a contar con la asistencia coreográfica y escénica de Abraham Gragera, se vale del duelo para establecer un diagnóstico en clave política: "La memoria colectiva y los imaginarios populares son cruciales porque nos acogen y nos salvan del individualismo invitándonos a elaborar un relato compartido. Como todo lo relacionado con el pueblo, esta memoria cultural está llena de problemas, sin duda, pero volver a ella, para ensuciarla, renombrarla, y así, vitalizarla, es un acto de libertad frente al totalitarismo cultural o cualquier intención neoliberal de imponer o capturar un sentido, que sólo esa colectividad puede administrar performativamente. También es un acto de resistencia contra el intento de nuestro sistema de desterrar y negar la enfermedad, la vejez y la muerte, que nos hace débiles cultural y espiritualmente y por lo tanto, dominables", reflexiona Luz Arcas. La bailaora Trinidad Huertas La Cuenca (que en el siglo XIX recibió el sobrenombre La Valiente por la fama que ganó al interpretar a una torera), la procesión marinera de la Virgen del Carmen y Pasolini son algunos de los referentes que pone en juego La Phármaco para articular el milagro escénico de Toná: "Busco en los cuerpos el baile, no la danza sino el baile, su folclore, su herida: cuando la dignidad humana nos convoca y se atreve a pisotear el suelo con la potencia de la vergüenza", añade Luz Arcas. No habrá campo más fértil que la memoria milenaria de los muertos para que el baile, al fin, suceda.               

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