La verdadera identidad de Madame Duval | Crítica

En la red inquebrantable

Alejandra Cid y Adriana Bocalon, en 'La verdadera identidad de Madame Duval'.

Alejandra Cid y Adriana Bocalon, en 'La verdadera identidad de Madame Duval'. / Daniel Pérez / Teatro Echegaray

Más allá de la atención general del teatro español a la memoria histórica como marco referencial, La verdadera identidad de Madame Duval aborda la figura de Victoria Kent desde un ángulo distinto. La memoria no es aquí una evocación armada para una reparación a posteriori, sino un verdadero argumento sobre la actualidad que remite, en cada poro, al mundo contemporáneo. Así, el montaje de Roma Calderón  (con Angélica Gómez como aliada) se lleva a Victoria Kent a otro sitio, no tanto para hacerla resonar entre público de hoy sino bajo la convicción de que su acción es una acción presente. No se trata únicamente de ambientar su historia en una obra con DJ, sino de abordarla desde una estética propia para demostrar, con incontestable vehemencia, su universalidad. En la obra de Antonio Miguel Morales, la propia Kent hace memoria desde sus últimos años neoyorquinos junto a Louise Crane hasta hacer presente su tiempo como refugiada en el París ocupado por los nazis. Y esa traducción del siglo a una puesta en escena libre, construida desde la música y el movimiento, funciona como una proverbial fábrica de sentido.

Además de la aportación como DJ y VJ de Tirititando de Luisa (con música de la propia Roma Calderón), ejecutora esencial de esta traducción, el espectáculo queda sustentado en dos actrices en estado de gracia: Adriana Bocalon, quien resuelve con magistral gestión del oficio el difícil reto de encarnar a Victoria Kent en una creación sensible, dirigida a decir mucho con poco, capaz de dar la dimensión exacta al arraigo de los afectos en el contexto adverso del exilio; y Alejandra Cid, quien da vida a las mujeres más importantes en la vida de la malagueña y brinda, justo y necesario es reconocerlo, algunos de los momentos más emocionantes que un servidor ha visto en un escenario en bastante tiempo. La verdadera identidad de Madame Duval demuestra algo que debía haber quedado claro a estas alturas: es posible llevar a cabo un teatro político, revestido abiertamente de compromiso ideológico, y a la vez honesto, riguroso y generoso a la hora de ponerse en la piel del otro. Si pueden, no se la pierdan.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios