Utilizamos la palabra "si" frecuentemente para pensar de forma hipotética. Jonathan Evans es un psicólogo al que el "si" le ha fascinado siempre, hasta el punto de escribir un libro con ese título. Nos sirve para avisar, diciendo: si cumples las restricciones de movilidad, evitarás contraer la enfermedad. Y para advertir: si no cumples las restricciones de movilidad, te denunciarán y sancionarán. También como forma de persuasión: si todos cumplimos las restricciones, el problema se resolverá antes; y de predicción, afirmando: si se ponen más medios materiales y humanos habrá menos contagios, y se proyectan cifras sobre el punto de inflexión de la crisis. Hay otros dos usos del "si"; uno es el de intenciones de comportamiento futuro tal como: si pasada la crisis me propusieran una mayor inversión y gasto sanitario, fortaleciendo el sistema público de salud y la investigación, lo votaría. Y el otro es el "si" como condicional a futuro: si la situación se prolonga demasiado tiempo el desastre económico será inevitable; y hacia el pasado: si se hubieran tomado antes medidas drásticas habría disminuido el impacto.

Tenemos tendencia a pensar contra los hechos, esto es, cómo habrían sido las cosas si algo hubiera cambiado en el pasado, actuado o no de una forma u otra, o si las circunstancias hubieran sido diferentes. Lo hacemos todos, pero hay personas que están continuamente construyendo escenarios que rompen la lógica del tiempo, y llegando a resultados y conclusiones imposibles, pues se habrían dado otros hechos nuevos. Por ejemplo, la prohibición de haber celebrado eventos no significa que no se hubieran dado contagios de otra forma, porque los portadores de la enfermedad se habrían movido en otros ámbitos, coincidiendo con comportamientos imprevistos de los que se marchaban de viaje o a segundas residencias. Puestos a suponer, podríamos pensar si se hubiera evitado la pandemia de creer en lo que decía Bill Gates en 2015, en un famoso vídeo, que un virus era la principal amenaza y coste económico para el mundo, y la necesidad de invertir fuertemente en investigación, y -esto no lo dice Gates- no dedicar tantos recursos a tecnologías que nos dejan con la boca abierta, pero que en buena parte sólo sirven como entretenimiento.

Es famoso el "si" de Santo Tomás: "Si no veo en sus manos las llagas de los clavos, y no pongo el dedo en ella, y mi mano en el costado, no lo creeré". Es un símbolo de falta de fe, pero también de incredulidad, que Caravaggio, con su naturalidad, inmediatez y capacidad de comunicación, plasmó en un cuadro donde Tomás -y también Pedro y Juan- salen de las sombras para ver las llagas que, a la luz, les muestra su maestro; todos son aquí personajes humanos, con sus vacilaciones y sus dudas.

Veo los datos de la pasada temporada de gripe en España 2018 a 2019, con 490.000 casos no graves, 35.000 hospitalizaciones, 2.500 ingresos en cuidados intensivos, y 6.300 muertes, cifras que han llegado a resultar normales, y pienso que nos movemos con demasiada confianza, y de repente otro virus aleatorio y dañino pone en cuestión nuestra forma de vida. Esperemos que cuando todo pase y una vez más resucitemos, cure pronto la llaga que ha dejado la herida, y se eviten muchas que podemos sufrir en el futuro.

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