Los españoles iban entonces al cine para abrigarse, ver el mundo en colores y enamorarse de esa chica de Valladolid que le sobraba desparpajo para encararse con Tony Leblanc. Le tomaban de la mano por las calles madrileñas cuando por entonces Madrid estaba igual de lejos que Nueva York. Concha Velasco mantuvo una constancia en la pantalla donde estaba muy cómoda en la comedia romántica y podía pasar a interpretaciones de calado en el teatro pero también en una televisión que era más selecta que nunca. En 1964 apareció por primera vez como actriz en TVE en Primera fila, obra de Jean Anouihl adaptada por Gustavo Pérez Puig. Fue además la mejor doña Inés en Estudio 1.

Ahora que por formación surgen artistas 360 en España, capaces de interpretar con solvencia y capacitadas para conmover con su voz y cuerpo, Concha Velasco puede considerarse la primera actriz española que reunía todas esas cualidades. A mediados de los 80 en TVE coincidió con una serie de programas sobre la revista musical española, con su interpretación como Santa Teresa de Jesús y era la presentadora del Especial Nochevieja. Fue el primer gran contrato millonario de Telecinco a cambio de someterse a una paliza de programas y programas en la llamada cadena amiga. Su afán en la televisión tenía como objetivo sustentar sus ambiciosos proyectos teatrales, mientras mucho de su esfuerzo se iba por el desagüe llamado Paco Marsó, su marido. Le dio tiempo a aparecer en series que se veían en todo el mundo como Gran Hotel y Las chicas del cable y estuvo ahí hasta que el cáncer la retiró. Su última presentación fue en Cine de barrio.

Cuestionar a Concha Velasco, retirada en una residencia, muy débil, porque la visite la presidenta madrileña, o no conocer a estas altura quién fue Concha Velasco (con toda su briega sindical para pedir la eliminación de dos funciones diarias, por ejemplo), confirma que Twitter se ha convertido en una fosa que corroe lo que toca. Su memoria exige todo el respeto y generosidad.