Es tan evidente que rozaría lo ridículo insistir en las virtudes de José Coronado, que en el cine español ha creado incluso un género por sí mismo: las películas "de Coronado" o "con Coronado", absténganse alérgicos a su interpretación. Él levanta cualquier serie que le ponga por delante.

El éxito de audiencia de Entrevías en un Telecinco desconcertado dice mucho que esa serie de David Bermejo con carcasa de Eastwood. En caso de que no estuviera en manos coronadas habría caído incluso en la indiferencia o en el recelo del público generalista.

Las series ya no reúnen, no pueden reunir audiencias tumultuosas. Hay tantas series (y muchas de ellas dan mucha pereza) que ninguna es capaz de congregar multitudes. Así que si Entrevías roza los 2 millones de espectadores, la tercera parte de los grandes éxitos en los audímetros de hace diez años, es para que Telecinco se felicite por una inversión que ya la amortizará más adelante por las plataformas. La serie "de Coronado" ha funcionado aún mejor porque se estrenado directamente en abierto, sin ventana de pago previa. Una necesidad hecha virtud.

Luis Zahera vuelve a confirmar por este barrio que es el secundario más valioso que tenemos ahora y la segunda temporada enchampelada con la primera en las noches de Telecinco se convierte en un regalo para los seguidores de Entrevías. Una continuación sin respiro que, de nuevo, es una decisión por necesidad.

Estamos ante un entretenido drama personal y social, no tan realista, con pátina de comedia costumbrista. Entrevías es un Esperanza Sur, que ya barruntaba la multiculturalidad imparable, con aliño de vinagre. Es una recomendable opción para visionados sin exigencias, elevadas con un protagonista de sabor hiperpalatable. Coronado, a fin de cuentas y aunque estuviera unido de yogures relajantes, es el glutamato de la ficción española.

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