El noviazgo que mantuvieron en el pasado las entidades bancarias Unicaja y Liberbank no llegó a buen puerto. El 14 de mayo rompieron. Por entonces habían conseguido tener resueltos muchos de los escollos que se plantean en una fusión, como dónde estaría la sede y quiénes ocuparían los altos cargos. Pero finalmente no consiguieron ponerse de acuerdo en "qué vale lo que aporto yo" y "qué vale lo que aportas tú"; esto es, en la ecuación de canje. Ahora estas dos entidades -a iniciativa de algunos accionistas- vuelven a tantearse, a retomar por donde lo dejaron, a ver si por fin se encuentran. El motivo que les había llevado a considerar casarse -el ahorro de costes- incluso se ha vuelto más acuciante. Y la evolución de las entidades desde aquellas fechas puede ayudar a situar la solución cerca del 60% para Unicaja y del 40% para Liberbank, unas proporciones que para esta última fueron inaceptables.

Si terminaran uniéndose las dos, se convertirían en la sexta entidad bancaria española por volumen de activos, unos 97.981 millones de euros (el 57% de Unicaja). Dispondrían de 1.687 oficinas (64%, Unicaja) con más de 10.000 trabajadores (64,2%, Unicaja). El volumen de crédito conjunto ascendería a 51.811 (54%, Unicaja) frente a unos depósitos de 67.982 millones de euros (54,8%, Unicaja). El nivel de activos dudosos sería de 4.355 millones de euros, de los que 2.711 millones procederían de Unicaja (62%).

Además de todas estas variables, para determinar la ecuación de canje es de la mayor importancia la proporción que arrojan los beneficios respectivos actuales. Así, de los 255 millones de euros conjuntos, el 37,6% los aportaría Liberbank frente al 62,35% de Unicaja. También fundamental resulta la cotización de las acciones. Liberbank la ha reducido un 29,4% en lo que va de año y su capitalización asciende a 927 millones de euros. Unicaja, por su parte, se ha desvalorizado un 17,52% en 2019 y su capitalización es de 1.473 millones, el 61,66% de la capitalización conjunta de ambas entidades.

La complicada situación de falta de rentabilidad y la presión añadida que supone un horizonte de ralentización económica pueden empujar a que en esta ocasión la fusión salga. El reto es enorme para entidades medianas como éstas. Las sinergias que en mayo se estimaron que podrían conseguirse, de 100 a 200 millones de euros anuales, se han vuelto relativamente mucho más importantes. Tampoco tendrían que pasar por una ampliación de capital, disuasoria dada la pésima situación del mercado, porque sería suficiente ahora con una emisión de cocos de 500 millones de euros.

Desde el Banco Central Europeo y los bancos centrales nacionales se insta a los bancos europeos a fusionarse, y a invertir en tecnología para ganar eficiencia y a reducir sus altos costes. Luis de Guindos, el vicepresidente del BCE, calificó hace unos días de ineludibles a las fusiones bancarias. Las entidades europeas no fallan ahora en solvencia, como pasó tras la crisis; cumplen las normas. Pero fallan en rentabilidad, y rentabilidad y solvencia -para bien y para mal- se retroalimentan. Las perspectivas económicas no ayudan nada. De ahí la honda preocupación de los supervisores.

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