Adiós al bombero Luismi. no podía ser ya de otra forma a estas alturas. Demasiado ha durado este aspirante, capaz de pergeñar una receta en una lámina de mantequilla con una vaina de judía verde a modo de pluma cervantina. Eso es. Vaina. Capaz de destripar los nervios a cualquiera. Su mal hacer en la prueba por equipos en el MasterChef de este lunes (qué monumental Ciudad Rodrigo) se llevó por delante a sus compañeros de faena.

Y ahí pudo estar también la perdición de Verónica. Mal trago de la publicista, mocosa, con el pin dorado como su tesoro y quejándose de que David no le había detallado correctamente la engorrosa receta de la eliminación. En este reto final eran los delantales blancos, los salvados, los que ayudaban con la lectura de la receta a los delantales negros. Hombre, David no se lo tomó con todo el interés, pero Verónica se prevenía como víctima quejándose de que sus compis negativos le arruinaban su bella participación.

Pero qué va. Al final su elaboración fue aproximada al modelo. Qué quejica. Le riñeron y no quiso entregar el pin de inmunidad. "Tienes talento, cabrita", lamentaba con elogio Pepe ante el ego vulnerable de la joven.

Pero menos mal que nos quedaba Luismi, siempre inefable, desconcertante, para llevar su receta al desastre y decir así adiós al programa en lugar de cualquier otro. Su epitafio: "me despido con una sonrisa porque quiero que me recordéis así". A este paso el de Guadalajar acaba en el próximo proyecto conjunto de los chanantes.

Mucho ha durado. Y aunque no sea mal tipo, frente a otros tóxicos que han asaltado las cocinas de Pepe y Jordi, es de lo más corto que ha pasado por el talent. Hasta el jurado manchego se quejaba este lunes. Estaba predestinado que tenía que irse ya. Su camino se estiró como una mala serie de Netflix.

Quien sigue siendo excepcional como persona, cocinera y concursante es María Lo. Viva Chiclana.

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