La 2 reúne sobre el 3% de los espectadores españoles al día. Pueden entrar ahí los más exquisitos, los interesados en las materias más heterodoxas y los más incansables incondicionales de Jordi Hurtado. Según los títulos de cine en un día puntual se pueden disparar los visionados. Algún que otro clásico y alguna película de Pajares y Esteso han batido récords, pero lo que se impone es la constancia semanal y de ahí que la italiana El comisario Montalbano diera la sorpresa este verano. Con la cantera que hay ahora de series interesantes, TVE debería dar hueco en La 2 a la ficción extranjera y a recuperar títulos recientes de la cadena pública, dignos de rescatar.

Si La 1 perdió el rumbo, La 2, tan olvidada por las direcciones de la cadena, es un milagro que sobreviva en el mar de los huracanes de los audímetros de masas. Lo que mejor funciona lleva instalado milenios, forjando hábito, como el mencionado Saber y ganar o las raciones de documentales en la tarde. Lo malo es que la parrilla del segundo canal está empapelada de documentales metidos en aluvión, da igual si son viajeros, gastronómicos, etnográficos.

Los obligados programas de servicio público, de cumplimiento perviven en el anochecer, cuando deberían revisarse esos formatos para adaptarlos a un público que toma píldoras audiovisuales o a las nuevas generaciones. Le faltan vértebras a La 2, le falta cierto sentido dentro de su misión de atender a inmensas minorías. Con lo sencillo que sería (en una cadena privada) rentabilizar esa riada de documentales sobre la Segunda Guerra Mundial o sobre la casa real británica que a veces inundan las noches con una dosis menor sustentada por tertulias de expertos, evolución de aquel formato que se llamaba Tribuna de la Historia. Sería un pequeño ejemplo. Mimar La 2 es algo low cost y con mejor respuesta que el coste de patéticos formatos de La 1, tan desnortada, como Te ha tocado o Mapi.

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