Buceo por las nuevas palabras o acepciones incorporadas por la RAE. Bitcóin. Bot. Transgénero, pansexual, poliamor. Chuche. Obispa. Rebujito y cachopo. Disfrutón y empanado. Y muchas más. Pero entre ellas, vaya, no se encuentra la palabra abrazable. Lo que vendría a ser "susceptible de recibir un abrazo o tendente a recibirlo". Y si lo leemos en 'spanglish', mucho más: abraz-(abrazo, la parte span) y -able (capaz, la parte glish. Así que nos quedaría también la acepción de persona que puede abrazar. Como usuario de las dos versiones, quiero manifestar profundamente mi indignación.

Argumentan los gerifaltes de la RAE que las nuevas palabras que surgen se dejan macerar hasta comprobar que no son modas pasajeras, sino que llegan para quedarse. Pero es que siempre hay una persona esperando a recibir un abrazo, aunque no lo pida. De hecho, debería haber una actividad extraescolar para enseñar a abrazar. Incluso para mostrar su polisemia. Hay gente que cree besar cuando se limita a poner, y a regañadientes, la cara para que le planten los labios. Con los abrazos ocurre igual: no basta con abrir los brazos y dejar hacer.

El abrazo es una maniobra envolvente y deliberada. Antes de abrazar, van las ganas de. Es un cargador al que se puede enchufar cualquier persona. Además, de carga ultrarrápida, apenas unos segundos infunden una energía espectacular. Un abrazo incorpora sus nociones de ingeniería anatómica. Cada brazo debe dibujar un ángulo diferente para colmar la mayor parte de la espalda (sugerencia: bazo dominante casi paralelo a la cintura y el menos hábil en 90º para cubrir desde lumbares hasta el hombro). Y la intensidad de fuerza debe ser variable, con ese puntito final meciendo el cuerpo agarrado, a modo de guinda.

Hay brazos que deben esperar a quien se deja caer sobre ellos como si necesitara escapar por unos instantes de la vida. O mantenerse firmes para quien decide acurrucarse en ellos (abrazar puede ser otra manera de hacer el amor, igual que hay abrazos de Judas). Otros llegan como la pieza del Tetris que necesitas para eliminar varias líneas; porque encaja en tu cuerpo como traje a medida.

Hay abrazos que uno no querría dar, como los del cementerio, y otros que restauran un mal día: el de esos niños que se te enganchan sin avisar (y lo suelen acompañar de una inesperada frase llena de amor) o el del perro que viene corriendo a alta velocidad para saltar a tus brazos (y lo suelen acompañar de una esperada cantidad de babas). Hay quien se queda esperando un abrazo que nunca llega y quien arde en deseos por darlo, pero algo le bloquea para hacerlo. Y no sé si un día tendré que abrazar a un miembro de la RAE para que me hagan caso, pero si al leer esto inmediatamente abrazas a quien tienes cerca, ya habremos puesto la primera piedra.

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