Aires dulces

El cerebro engaña, tal vez solo fuese un instante a lo Antonio Vega como cantaba en Nacha Pop

Corren mañanas de bostezos. Me tocó atravesar un termómetro de primavera por el centro de la garrapiñada histórica. A pata y sin patín bien aparcado, al ritmo de los jubilados de carrito y perrete danzarín. Ahí andaba yo percibiendo este espejismo silente en la smartcity city, bang, bang. Sintiendo una calma dormilona. Una parsimonia con morriña de sábana. Como si las aceras recién baldeadas pactasen una tregua entre el carnaval, el festival de cine y las tribunas de andamio cofrade. Mire que están enredadas las novedades de la Carcasona del parque con el bucle de la Pensión Mundial vestida de Hotel Moneo. Los presuntos investigados. Los amagos de moción de censura. Los juicios y declaraciones cien veces amarillas y toda la retahíla de elecciones por prometer, ganar y palmar. La paranoia internacional, los apagones venezolanos, el culebrón del Brexit... Añada unos crímenes al disgusto. Se ha estrellado otro Boeing… Por eso se agradecía ese lapso de calma indiferente, casi despectiva, una levedad a sus cinco bolas. Por calle Compañía con su músico acústico aflamencado sin dar una nota más alta que otra, los ladrillos de la plaza de los Mártires rebotando rayos de sol carmín oliendo a churros. Un oasis sobre las once del bocadillo al descanso. La tranquilidad era sobrenatural, como de película de terror, el relajo despatarrado antes de que te den el susto con repullo. Dos parejas de guiris recién duchados avanzaban a cámaras lentas tirando de trolleys de ruedas mudas… Sólo se percibían diálogos de jilgueros saltarines y arrullos de palomo. Ni un claxon, ni una voz, ni una cotorra más alta que otra. Por allá arriba volando azul una gaviota. Y abajo el caminar acolchado, en zapatillas, de hombres y mujeres de la cuarta edad saludando al vecino y rumiando su itinerario. El cerebro engaña, tal vez solo fuese un instante a lo Antonio Vega como cantaba en Nacha Pop: "Un momento en una agenda, una décima de segundo más. Vuela, va saltando de hoja en hoja, mil millones de instantes de que hablar"…Tras la pausa del sagrado bocata, comenzaron a desfilar coches de reparto, se espabiló el griterío del tajo. Sierras radiales, mazazos de macheta, móviles en pie de urgencias, todo cambió de repente como de un chispazo. Entonces Cenacheriland volvió a su natural desparpajo y vida. Al saborcillo de los aires dulces de vivir.

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