NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
QUÉ bien estuvo Rosa María Sardá cuando al final de su discurso de agradecimiento dijo que a estas alturas de la vida sus hermanos se habían convertido en amigos, y sus amigos, en hermanos. Así nos va pasando a todos. Que los amigos, sin prisa pero sin pausa, van conformando nuestra familia, mientras algunos miembros de la familia, y esto es más difícil, con un poco de suerte, se van convirtiendo en confidentes y amigos, mientras otros se borran definitivamente del mapa.
Rosa María Sardá estuvo brillante. Derrochó las tablas acostumbradas. Introdujo anécdotas adecuadas y plagó su intervención de humor inteligente. La biznaga que le iba entregar una amiga-hermana, Verónica Forqué, acabó dándosela su hijo Pol, que ahora es amigo cómplice, y que la va a dirigir en la nueva sitcom televisiva que adapta Las chicas de oro.
Desde el patio de butacas del Cervantes, muchos espectadores aplaudimos a rabiar. Con ganas. Con sumo placer. Algunos, como quien suscribe, pensando en aquellos amigos hermanos que tal vez nunca reciban una biznaga honorífica, y no por falta de merecimientos.
Sí, pensé en mis biznagas particulares, y en esa que daría sin dudarlo a Gerardo Ballesteros, hijo del escritor Rafael Ballesteros. También padre e hijo son amigos y se tratan como tales. Mientras enumeraban las virtudes, comprobaba cómo, una por una, Gerardo también las tenía, que como los 10 mandamientos, se resumen en una: poseer una calidad humana sobresaliente.
Volviendo a lo posible, me reconfortó visionar Planes para mañana, en mi humilde opinión, la mejor película española desde Camino. Por arriesgada y sincera. Ambas tienen en común a Carmen Elías, que ya ha logrado la intensidad de Julianne Moore. Todas y todos están bien. Macías ha trenzado un trabajo redondo.
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