El intenso espectáculo de la política española en esta legislatura, para sus críticos y para la oposición, depende única y exclusivamente de la ambición de poder de Pedro Sánchez que ha aprobado una amnistía, a la medida de Junts y de Puigdemont, pero está fracasando en conseguir la estabilidad necesaria del gobierno en los cuatro años de legislatura al no conseguir a cambio el apoyo en los presupuestos. El caso Koldo y el paso por el Senado de la ley de amnistía serán, sin duda, una oportunidad para el ejercicio de una oposición dura por parte del PP. Además, las elecciones catalanas convocadas para el próximo 12 de mayo, abren un horizonte incierto sobre la gobernabilidad de Cataluña que, evidentemente, puede condicionar el futuro de la legislatura. A las elecciones catalanas se une un ciclo electoral en tres meses al que hay que unir también las elecciones vascas y las europeas con resultados inciertos. Como pueden ver, para conseguir llegar al 23-J, y cumplir un año de gobierno y llegar a tierra firme va a tener que tener que usar todos los recursos de su manual de resistencia.

Es evidente que el argumento de que el fin de la amnistía era conseguir la estabilidad de Cataluña y, por ende, la de España al conseguir un pacto de legislatura con los socios de la coalición está fracasando. Las circunstancias específicas de la coalición en la que hay dos partidos independentistas (ERC y Junts) y en la que los 7 votos de esta formación y la peculiar situación de Puigdemont, su líder, está condicionando las negociaciones y la política de la legislatura.

La capacidad de chantaje de Junts es muy superior a su limitado número de escaños e incluso a su influencia política real en Cataluña. Sin embargo, la amnistía, que ha suscitado una oposición muy sólida e importante en el mundo académico, no está consiguiendo su objetivo. Las razones son evidentes: Por un lado, no ha permitido una fase más dialogante y cooperativa en la negociación política. Lo ha dicho claro Miriam Nogueras el día de la aprobación de la amnistía: «esto no es un punto y final. Continuamos. Ahora sí podremos empezar a hacer política de igual a igual y nuestro objetivo sigue siendo la independencia de nuestro país, de Cataluña». Las concesiones no implican consensos cuando se habla con los independentistas, ya se sabe, su objetivo es único y su ideología es milenarista.

La convocatoria de elecciones por parte de Pere Aragonés no es más que es la expresión de una profunda pugna por el poder de la Generalitat entre un independentismo dividido y que intenta neutralizar a Puigdemont, aunque la gobernabilidad posible podría ser de ERC en dos gobiernos tripartitos, o uno de izquierdas u otro formado por partidos independentistas. Parece que la clave es conseguir un buen resultado en Cataluña por parte del PSC y, por supuesto, en las elecciones vascas y en las europeas. Muy difícil está la estabilidad política. Veremos.

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