La otra orilla

Ángel Robles /

Ana Márquez

13 de agosto 2014 - 01:00

ANA María Márquez, cordobesa de sólo 37 años, ha pasado a engrosar la trágica lista de mujeres asesinadas a manos de sus parejas, una larguísima nómina que parece no tener fin pese a que la lucha contra la violencia de género lleva ya años de recorrido. El caso de Ana María Márquez, que perdió la vida el viernes en la localidad malagueña de Torrox, es el más claro ejemplo de que las víctimas de los malos tratos no responden a un perfil único. Con formación superior -era la directora del Museo de Nerja- y joven, Ana María no había denunciado con anterioridad al presunto asesino, su exnovio, pese que éste ha llegado a reconocer ante el juez que la había agredido antes del crimen: una muestra de que el miedo y la sensación de culpabilidad que suelen padecer estas mujeres es común pese a su formación académica o su procedencia social.

El ignominioso crimen tuvo lugar en el domicilio de Ana María, un espacio que el presunto homicida -un cordobés de 40 años- aprovechó para supuestamente propinar a su expareja más de 70 puñaladas en el cuello y el pecho. Dice el sospechoso, ya en prisión preventiva por orden del juez de guardia de Torrox, que actuó en defensa propia, una versión incongruente a tenor de la crueldad con la que obró, según se desprende de las primeras diligencias practicadas en el mismo lugar del suceso.

Las muestras de condolencia, como cabía esperar, no han tardado en llegar, desde la Plataforma Cordobesa contra la Violencia sobre la Mujer a numerosos cargos públicos e institucionales al más alto nivel. Las palabras, sin embargo, apenas sirven para paliar el dolor de familiares y amigos. Porque la nómina de víctimas mortales de la violencia machista no deja de aumentar. Con Ana María, son ya 35 las mujeres asesinadas desde principios de año en una espiral que parece no tener fin y que, como demuestran los hechos, requiere de más campañas de concienciación que ayuden a las víctimas a salir de su soledad y a denunciar y, sobre todo, requiere de mayores recursos y más eficaces. El número de agentes policiales especializados en la lucha contra la violencia de género es insuficiente, de manera que las órdenes de alejamiento se quedan en ocasiones en mero papel mojado. Tampoco la especialización de la Justicia ha tenido el efecto buscado, sobre todo en las zonas rurales, con unidades jurisdiccionales saturadas y con magistrados con escaso margen para hacer seguimiento de los casos. Mientras tanto, continúan las despedidas: a la cordobesa Ana María, a la pozoalbense María de los Ángeles...

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