Arriando velas

Sorprende el empeño por albergar grandes eventos cuando el éxito llegó por vías menos coyunturales

Un chasco. La Copa del Mundo de Vela de 2024 se irá para Barcelona, la ciudad que pensábamos se hallaba a tiro de Málaga. Cura de humildad o de realidad. Y, quizá, ejemplo de improvisación. El Ayuntamiento ni siquiera consiguió contar con empresa especializada para ayudarle en el proceso. Por 65.000 euros, IVA incluido, los posibles interesados ni se molestaron en presentarse al concurso. A última hora se buscó una alianza con el puerto deportivo de Benalmádena, como infraestructura alternativa si el recinto malagueño no estaba listo.

Es cierto que la competidora anunció oficialmente su candidatura apenas unos días de llevarse el barco al agua. Igual trabajó en silencio. Igual fue con los millones por delante. Por más que por estos lares se presuma, hay años luz de diferencia en la comparación del tejido empresarial entre una y otra urbe. Y aquí durante meses se pregonaron las carencias para reunir el dinero y para cumplir los requisitos que exigían los organizadores.

No se ha hecho esperar la reacción del alcalde ante esta decepción. Sin sorpresas. De la Torre ha respondido en su línea. La ciudad ganaba pero el puerto no. La ciudad y su puerto, que deben ser polos paralelos. Conclusión. Si hubiera un culpable es el Gobierno central por su falta de compromiso con las obras del pantalán de levante, donde debían atracar los barcos que participan en la regata. No creo que el regidor pida la cabeza del presidente de la Autoridad Portuaria, Carlos Rubio, porque es del PP y lo nombra la Junta. Cosas de la cohabitación portuaria.

Pero esta vela arriada recuerda al episodio de la carrera por conseguir la candidatura por la Capitalidad Cultural Europea en 2016. Un jarro de agua fría que, sin embargo, supuso el gran despegue de Málaga hasta convertirse en un gran referente internacional, tanto en el ámbito turístico como en el cultural y también en el tecnológico. Sorprende esta regresión. El empeño por albergar grandes eventos oficiales, cuando la proyección pública ha llegado por otras vías que se han demostrado más efectivas y menos coyunturales. Queda en liza la pugna por esa Expo internacional de 2027. Nadie se ha opuesto a la idea. Aunque lo de la sostenibilidad es un mero eufemismo. Como he señalado en alguna ocasión, estamos antes una ciudad de autor. De un museo para enseñar diamantes a un polo digital para videojuegos. A impulsos de oportunidades y, en ocasiones, de oportunistas. De grandes aciertos a significativas pifias. Predominan los primeros, cierto. Y ahora, queda en el mástil principal la exposición, ¿Es necesaria? A veces da la impresión de que De la Torre busca su pieza estelar. Pero esperemos que no acabe todo en una pérgola.

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