¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Un BMW para Silvia Cosío

Hay que tener personalidad para presentar el retrato de un poeta ruso muerto hace 80 años a un premio de arte contemporáneo

La última vez que Silvia Cosío salió en este recuadro fue con motivo de su exposición Querido A., en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS). En aquel artículo ya apuntábamos la que quizás es su principal virtud como pintora: una entrega incondicional al arte, desprovista de cualquier ambición que no sea la creativa. Silvia Cosío es una pintora silenciosa, sin interés por estar en ningún candelero. Así lo demostró desde su primera exposición en un piso particular del sevillano barrio de El Porvenir, hace ya más de quince años, y así lo ha seguido demostrando hasta hoy mismo, cuando ha ganado el premio BMW de pintura, uno de los más prestigiosos que existen en España.

Aunque es cántabra de nación -del verde Valle del Nansa- la relación de esta pintora con Andalucía, donde reside, es muy estrecha. Llegó a Sevilla para estudiar Filología, un hecho nada casual, pues el peso de la literatura es fundamental en una obra que aúna la pericia pictórica con amplio entramado de referencias culturales, alguna de las cuales explica en su libro El esqueleto y el fantasma (Athenaica). No es, por tanto, extraño que la obra con la que ha ganado el premio BMW sea un retrato del poeta ruso Osip Mandelstam, muerto en el gulag en 1938. Hay que tener personalidad y seguridad en tu propia obra para presentar a un premio de arte contemporáneo en Madrid el retrato de un lejano autor de origen judío-polaco muerto hace ya más de 80 años. Pero Silvia Cosío, con su voz de baja intensidad y su sonrisa burlona, es una de esas mujeres de aspecto frágil y voluntad de hierro; una autora desprovista de complejos y capaz de entablar un diálogo con la historia y la tradición sin renunciar a su insobornable modernidad. Uno de los últimos cuadros que ha realizado es un retrato de gran formato de Antonio de Nebrija en el que se refleja de forma ejemplar este diálogo con los muertos ilustres, a los que dedicó una muestra en una ya desaparecida galería sevillana.

Silvia Cosío vive actualmente en la Sierra de Huelva, después de un largo periplo que le llevó a Berlín y Barcelona. Pero es Sevilla su ciudad de referencia, el lugar al que vuelve continuamente y donde ha realizado la mayor parte de sus exposiciones. De alguna manera es flor nueva de la vieja emigración de la Montaña hacia los valles del sur, una corriente de sangre y genes que lleva repoblando Andalucía desde la Baja Edad Media. Eso que hemos ganado.

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