Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Sevilla, su Magna y el ‘after’
Hace algunas semanas, cuando Barcelona ardía con las revueltas organizadas a cuenta de la detención de Pablo Hasel, Macarena Olona compartió en redes un meme en el que se veía a un agente antidisturbios en plena acción y, bajo su figura, un lema bien visible: "Pedid y se os dará". Para no dejar dudas respecto al origen del lema, el meme anotaba la cita exacta del Evangelio de San Lucas del que procedía. No hace falta señalar que semejante chiste, tan carente de gracia como una ortodoncia, entraña una degradación, una burla y una afrenta gratuita hacia el Evangelio con evidente intención de ofender. Sería razonable pensar que para muchas personas creyentes que encuentran en las palabras de Cristo un consuelo, tal perversión puede constituir una agresión en la medida en que un mensaje claro de aliento y esperanza queda prostituido en una llamada a la agresión policial. Sin embargo, claro, no pasó nada: ninguno de los muchos católicos que hacen gala de su preocupación nacional y de su afinidad con Vox manifestó discrepancia alguna, ni hubo llamadas de atención, ni quejas, ni siquiera el mínimo debate sobre tal degradación de símbolos, insisto, vitales para muchos. La Asociación de Abogados Cristianos tampoco emprendió acción legal de ningún tipo. Ningún obispo, por cierto, dijo nada. Nada.
Recuerdo el caso ahora que, con las procesiones canceladas por imposición sanitaria, las calles andaluzas se llenan de símbolos religiosos. En realidad, el paisaje es muy diverso: Cristos y Vírgenes compiten en capillas, hermandades, balcones y portales con enseñas rojigualdas, crespones negros y lemas abiertamente políticos e incluso partidistas. Ya se sabe que el santo y seña de Andalucía es el barroco, su sana tendencia a mezclarlo todo, lo divino y lo humano, lo más elevado y lo más efímero, y la Semana Santa ha sido tradicionalmente una manifestación de esta algarabía. Hoy, sin embargo, un actor al que se le ocurra comparecer en un teatro disfrazado de la Virgen del Carmen puede llegar a ser citado por un juez, pero sabemos que Olona podrá seguir haciendo de las suyas sin tener que responder ante censuras ni comulgantes airados. Vuelven las bulas de antaño: si juegas en la pandilla adecuada, uno puede faltar al respeto lo que le venga en gana. Pero si juegas en el bando contrario, la libertad de expresión empieza a ser un problema.
Todo esto nos lleva a la conclusión de que el nacional-catolicismo cumplió a la perfección con la misión encomendada de liquidar el cristianismo. Así que nos quedamos con las torrijas. Y sálvese quien pueda.
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