Aquellas personas que tengan prurito al diccionario o problemas de expresión siempre tendrán a mano el salvavidas de la música. Hay quien baila y parece crear un idioma a medida para sus sentimientos. Hay quien canta y parece subirle el volumen a sus ganas de vivir. Hasta el silencio puede ser una canción maravillosa, especialmente si la vehicula una mirada. He visto deliciosas partituras tatuadas en las caderas seduciendo aceras y oído timbres de voz capaces de abrir la caja fuerte de los corazones más herméticos.

17 años después, ha sido actualizada la lista de las 500 mejores canciones de todos los tiempos. 17 años, un sinfín de estilos, tendencias y método de posproducción después, desde la que crearon 172 'expertos'. Lo entrecomillo porque considero que un buen amante de la música se negaría a una tarea así; jerarquizar canciones es cómo pretender clasificar besos, atardeceres o poemas, cada cual tendrá sus propias evocaciones de ellos. Aquello de 2004 pareció una taxonomía de dinosaurios: el 69.2% de las canciones elegidas eran de la década de los 60 y los 70. Aquella lista sonó a nostalgia jurásica. Esta, con más representantes de la música negra y urbana, más bien responde a saciar una deuda racial, estilística y de tendencias generacionales, amén de ese marketing de la tragedia trending que algunas empresas hacen de las luchas sociales del momento, como ocurre en pleno Black Lives Matters. Partiendo de la base de que para mí la música no debe clasificarse sino romper límites, al menos da alegría ver que el nuevo número 1 es para Respect (ya es significativo que la considerada mejor canción lleva por título esta palabra y no una expresión homónima de la revista que compendia la lista). La elección por Aretha Franklin debe sublimar, más allá de la gran canción que es, el mensaje que esconde: que una mujer fuera capaz de mejorar una versión que ya gozaba de una alta calificación; que se visualice la historia de una señora que encontró en su talento la manera de sobrevivir a una infancia difícil y a la violencia doméstica; y la posición de preponderancia de los artistas negros, cuyas maneras para la música siempre estuvieron un escalón por encima.

La música tiene múltiples definiciones, como cualquier arte. Uno la ve como una máquina del tiempo, como un álbum de fotos emocional capaz de trasladarte por un sinfín de recuerdos y zarandearte o liberarte a partes iguales. Y es un cordón umbilical universal, una Pangea con pista de baile para que todos bailemos una coreografía de libertad. O quizá sea una banda sonora para que el Black Lives Matters siga su curso y que las únicas barreras que veamos sean los debates sobre por qué tal o cual canción no estaban entre las 500 mejores.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios